miércoles, 2 de marzo de 2011

RESEÑA JESUS DE LA BUENA ESPERANZA

DEVOCION AL SEÑOR DE LA BUENA ESPERANZA
FIESTA:  13  DE MARZO
La historia del Señor de la Buena Esperanza se remonta al año 1652 cuando cierto día en Quito sin guía alguno atravesaba las calles una mula cargada con enorme bulto. Llegó a las gradas de la portería del convento de San Agustín y se echó en el suelo, y ya no pudieron levantarla a pesar de todos los esfuerzos que se hicieron.
Abierto el cajón, cuyo peso parecía abrumarla, se encontró dentro la estatua de Jesús de la Buena Esperanza. Quisieron conducirla al templo, pero inútilmente; pues aumentaba el peso de la estatua en proporción al número de los que intentaban cargarla. Alguien propuso entonces llevarla no al templo sino a la portería, y el acto se ejecutó con suma facilidad.
La reunión de tan prodigiosas circunstancias no podía dejar de conmover hondamente al católico pueblo de Quito, e innumerables personas acudieron a arrodillarse ante la sagrada imagen. Los milagros y los favores del cielo, obtenidos por intermedio del Señor de la Buena Esperanza, respondieron desde el primer día, a la devota fe del pueblo y se multiplicaron hasta el punto de convertir la portería del convento San Agustín en el más célebre, frecuentado y rico santuario del Ecuador.
EL MILAGRO:
Entre los ornamentos con que la piedad de la gente adornó la venerada estatua, mencionamos solo las sandalias de oro macizo y piedras preciosas, por haber dado lugar a un notabilísimo milagro que aumentó sobremanera el renombre del Señor de la Buena Esperanza. Y tan notable fue este milagro, que desde entonces su recuerdo está unido a la propia imagen, con la cual se representa.
Un sencillo y piadoso padre de familia (Gabriel Cayancela), vivía en Quito en total miseria, y ya sin auxilio humano, recurrió una tarde al señor de la Buena Esperanza para suplicarle por su situación, haciendo su oración estaba cuando el sacristán le advierte que salga porque va a cerrar la iglesia. Sale pronunciando palabras que muestran al sacristán lo horrible de su situación, y prometiendo en su interior volver muy temprano a continuar sus plegarias. Todavía no amanecía, y a la puerta de la casa de Gabriel se encontraba el cadáver de una señora asesinada la noche antes, y poco después el pobre sale de su casa, sin ver el charco de sangre lo pisa y todo ensangrentado llega al templo y continúa solitario y fervoroso su oración. En lo profundo de su oración se encontraba cuando, de repente, un milagro viene a llenar de gozo su corazón atribulado. El señor de la buena esperanza deja caer en las manos del suplicante e infeliz padre de familia una de las ricas sandalias. Sin pensar más que en su necesidad, va a venderla a una joyería. Era demasiado conocida la rica alhaja y el joyero hizo aprehender como ladrón sacrílego al vendedor.
Imposible es describir la indignación pública contra el que aparecía como infame profanador de tan venerada imagen, indignación que no conoció límites cuando, según todas las apariencias, se vio que el ladrón era al mismo tiempo vil asesino.
Rápidamente se sustentaron las acusaciones y fue condenado a muerte. Como último favor pidió y obtuvo el ser conducido ante la milagrosa imagen. Allí en sentidísimo lenguaje, dijo al Señor que su prodigioso don se había convertido en regalo de muerte; que iba al patíbulo, por haber recibido de Él, los medios para salir de su miseria. Entre conmovido e indignado el pueblo escuchaba tales palabras cuando Jesús de la Buena Esperanza tiende hacia el reo el pie que conservaba con sandalia y deja caer ésta en sus manos. La entusiasta admiración de la multitud, al grito unísono de milagro, dio libertad al condenado. La autoridad le compró al peso de oro, aquella sandalia y fue enorme la cantidad de monedas que resistió el platillo de la balanza antes de inclinar el otro en que la sandalia se encontraba. Salió el pobre de su necesidad y el milagro quedó para siempre representado en el Señor de la Buena Esperanza, que desde entonces fue el recurso de particulares y corporaciones.
La Imagen se encuentra en el Templo "San Agustín", ubicada en su propia capilla llamada "Señor de la Buena Esperanza" donde recibe a fieles y devotos que le oran desde el otro lado de la reja, dicha capilla fue refaccionada el 30 de Noviembre de 1936 a devoción de la familia Peñaranda Ossio; así como las imágenes del Reo y la balanza fueron hechas por B. Álvarez y el entablillado del piso por D. Sotelo.
La Imagen se encuentra sentada, coronada de espinas y lleva en su mano derecha una Cruz de Madera y en su mano izquierda una caña que los soldados romanos pusieron en la mano del Señor para mayor mofa y escarnio.




Parte de la iconografía del Señor de la Buena Esperanza es ésta imagen, representando al devoto de apellido Cayancela quién fue protagonista del milagro más conocido en la devoción al Señor de la Buena Esperanza y que fue relatado líneas más arriba. Se encuentra en posición suplicante ante el Señor.


Otro elemento característico de ésta iconografía es la balanza en la que se colocó las sandalis del Señor en un lado y se procedió a colocar monedas de oro en el otro, resultando en la acumulación de monedas de oro en peso mucho mayor al de las sandalias, como también ha sido relatado líneas más arriba.

1 comentario:

Anónimo dijo...

tengo una hermanita que falleció hace 13 años ella pertenecía a la Comunidad de Hermanas Clarisas, hace unas noches otra hermana la soñó y ella le mostraba una imagen de medio cuerpo con este mismo rostro pero su mano derecha tomaba su corazón ensangrentado, ÉL ES JESÚS DE LA BUENA ESPERANZA ÉL ES MI PROTECTOR le dijo en el sueño, lo extraño es que ninguna de las dos habíamos escuchado antes de la existencia de éste Jesús. Ahora que he buscado su historia me he quedado sorprendida.