CORPUS CHRISTI - LITURGIA Y EUCARISTIA


DOMINGO 26 DE JUNIO
FIESTA DEL CUERPO DE CRISTO




HISTORIA DE LA SOLEMNIDAD DEL CORPUS CHRISTI
A fines del siglo XIII surgió en Lieja, Bélgica, un Movimiento Eucarístico cuyo centro fue la Abadía de Cornillón fundada en 1124 por el Obispo Albero de Lieja. Este movimiento dio origen a varias costumbres eucarísticas, como por ejemplo la Exposición y Bendición con el Santísimo Sacramento, el uso de las campanillas durante la elevación en la Misa y la fiesta del Corpus Christi.
Santa Juliana de Mont Cornillón, por aquellos años priora de la Abadía, fue la enviada de Dios para propiciar esta Fiesta. La santa nace en Retines cerca de Liège, Bélgica en 1193. Quedó huérfana muy pequeña y fue educada por las monjas Agustinas en Mont Cornillon. Cuando creció, hizo su profesión religiosa y más tarde fue superiora de su comunidad. Murió el 5 de abril de 1258, en la casa de las monjas Cistercienses en Fosses y fue enterrada en Villiers.
Desde joven, Santa Juliana tuvo una gran veneración al Santísimo Sacramento. Y siempre anhelaba que se tuviera una fiesta especial en su honor. Este deseo se dice haber intensificado por una visión que tuvo de la Iglesia bajo la apariencia de luna llena con una mancha negra, que significaba la ausencia de esta solemnidad.
Juliana comunicó estas apariciones a Mons. Roberto de Thorete, el entonces obispo de Lieja, también al docto Dominico Hugh, más tarde cardenal legado de los Países Bajos y a Jacques Pantaleón, en ese tiempo archidiácono de Lieja, más tarde Papa Urbano IV.
El obispo Roberto se impresionó favorablemente y, como en ese tiempo los obispos tenían el derecho de ordenar fiestas para sus diócesis, invocó un sínodo en 1246 y ordenó que la celebración se tuviera el año entrante; al mismo tiempo el Papa ordenó, que un monje de nombre Juan escribiera el oficio para esa ocasión. El decreto está preservado en Binterim (Denkwürdigkeiten, V.I. 276), junto con algunas partes del oficio.
Mons. Roberto no vivió para ver la realización de su orden, ya que murió el 16 de octubre de 1246, pero la fiesta se celebró por primera vez al año siguiente el jueves posterior a la fiesta de la Santísima Trinidad. Más tarde un obispo alemán conoció la costumbre y la extendió por toda la actual Alemania.
El Papa Urbano IV, por aquél entonces, tenía la corte en Orvieto, un poco al norte de Roma. Muy cerca de esta localidad se encuentra Bolsena, donde en 1263 o 1264 se produjo el Milagro de Bolsena: un sacerdote que celebraba la Santa Misa tuvo dudas de que la Consagración fuera algo real. Al momento de partir la Sagrada Forma, vio salir de ella sangre de la que se fue empapando en seguida el corporal. La venerada reliquia fue llevada en procesión a Orvieto el 19 junio de 1264. Hoy se conservan los corporales -donde se apoya el cáliz y la patena durante la Misa- en Orvieto, y también se puede ver la piedra del altar en Bolsena, manchada de sangre.
El Santo Padre movido por el prodigio, y a petición de varios obispos, hace que se extienda la fiesta del Corpus Christi a toda la Iglesia por medio de la bula "Transiturus" del 8 septiembre del mismo año, fijándola para el jueves después de la octava de Pentecostés y otorgando muchas indulgencias a todos los fieles que asistieran a la Santa Misa y al oficio.
Luego, según algunos biógrafos, el Papa Urbano IV encargó un oficio -la liturgia de las horas- a San Buenaventura y a Santo Tomás de Aquino; cuando el Pontífice comenzó a leer en voz alta el oficio hecho por Santo Tomás, San Buenaventura fue rompiendo el suyo en pedazos.
La muerte del Papa Urbano IV (el 2 de octubre de 1264), un poco después de la publicación del decreto, obstaculizó que se difundiera la fiesta. Pero el Papa Clemente V tomó el asunto en sus manos y, en el concilio general de Viena (1311), ordenó una vez más la adopción de esta fiesta. En 1317 se promulga una recopilación de leyes -por Juan XXII- y así se extiende la fiesta a toda la Iglesia.
Ninguno de los decretos habla de la procesión con el Santísimo como un aspecto de la celebración. Sin embargo estas procesiones fueron dotadas de indulgencias por los Papas Martín V y Eugenio IV, y se hicieron bastante comunes a partir del siglo XIV.
La fiesta fue aceptada en Cologne en 1306; en Worms la adoptaron en 1315; en Strasburg en 1316. En Inglaterra fue introducida de Bélgica entre 1320 y 1325. En los Estados Unidos y en otros países la solemnidad se celebra el domingo después del domingo de la Santísima Trinidad.
En la Iglesia griega la fiesta de Corpus Christi es conocida en los calendarios de los sirios, armenios, coptos, melquitas y los rutinios de Galicia, Calabria y Sicilia.
Finalmente, el Concilio de Trento declara que muy piadosa y religiosamente fue introducida en la Iglesia de Dios la costumbre, que todos los años, determinado día festivo, se celebre este excelso y venerable sacramento con singular veneración y solemnidad; y reverente y honoríficamente sea llevado en procesión por las calles y lugares públicos. En esto los cristianos atestiguan su gratitud y recuerdo por tan inefable y verdaderamente divino beneficio, por el que se hace nuevamente presente la victoria y triunfo de la muerte y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.


Esta fiesta se celebra en la Iglesia Latina el Jueves siguiente al Domingo de Trinidad para conmemorar solemnemente la institución de la Sagrada Eucaristía.
Del Jueves Santo, que conmemora este gran evento, se hace mención como Natalis Calicis (Nacimiento del Cáliz) en el Calendario de Polemio (448) para el 24 de Marzo, siendo el día 25 de Marzo considerado en algunos lugares como el día de la muerte de Cristo. Este día, sin embargo, estaba en Semana Santa, un tiempo de tristeza, durante el cual se espera que las mentes de los fieles se ocupen con pensamientos de la Pasión del Señor. Más aún, tantos otros actos tenían lugar en este día que el acontecimiento principal casi se perdía de vista. Esto se menciona como la razón principal para la introducción de la nueva fiesta, en la Bula “Transiturus”.
El instrumento de que se valió la Divina Providencia, fue Santa Juliana de Monte Cornillon, en Bélgica. Ella nació en 1193 en Retines cerca de Lieja. Huérfana a temprana edad, fue educada por las monjas Agustinianas de Monte Cornillon. Allí, andando el tiempo hizo su profesión religiosa y más tarde llegó a ser superiora. Intrigas de diversas clase la condujeron en varias ocasiones fuera del convento. Murió el 5 de Abril de 1258 en la Casa de las monjas Cisterciences en Fosses, y fue sepultada en Villiers.
Juliana, desde su temprana juventud, tuvo una gran veneración por el Santísimo Sacramento, y siempre anheló una fiesta especial en su honor. Se afirma haberse incrementado este deseo por una visión de la Iglesia bajo la apariencia de la luna llena que tenía un punto negro, el cual significaba la ausencia de tal solemnidad. Ella hizo conocer sus ideas a Robert de Thirete, entonces Obispo de Lieja, al erudito Dominico Hugo, más tarde cardenal legado en los Países Bajos, y a Jacques Pantaléon, entonces Archidiácono de Lieja, después Obispo de Verdun, Patriarca de Jerusalén, y finalmente Papa Urbano IV. El Obispo Robert quedó favorablemente impresionado, y, puesto que los obispos ya tenían el derecho de ordenar fiestas para sus diócesis, convocó un sínodo en 1246 y ordenó que la celebración se realizara el siguiente año, también que un monje llamado Juan escribiera el Oficio para la ocasión. El decreto se conserva en Binterim (Denkwürdigkeiten, V, 1, 276), junto con partes del Oficio. El Obispo Robert no vivió para ver la ejecución de su orden, pues murió el 16 de Octubre de 1246; pero la fiesta fue celebrada por primera vez por los cánones de San Martín de Lieja. Jacques Pantaléon se convirtió en papa el 29 de Agosto de 1261. La hermitaña Eva, con quien Juliana había pasado algún tiempo, y quien también era una ferviente adoradora de la Sagrada Eucaristía, ahora recomendó encarecidamente a Enrique de Guelders, Obispo de Lieja, que solicitara al papa extender la celebración al mundo entero. Urbano IV, siempre un admirador de la festividad, publicó la Bula “Transiturus” (8 de Septiembre de 1264), en la cual, después de haber ensalzado el amor de Nuestro Señor como se expresaba en la Sagrada Eucaristía, ordenó la celebración anual de Corpus Christi en el Jueves siguiente al Domingo de Trinidad, concediendo al mismo tiempo muchas indulgencias a los fieles por su asistencia a la Misa y al Oficio. Este Oficio, compuesto a solicitud del papa por el Doctor Angélico Santo Tomás de Aquino, es uno de los más bellos en el Breviario Romano y ha sido admirado aún por los Protestantes.
La muerte del Papa Urbano IV (2 de Octubre de 1264), poco después de la publicación del decreto, obstruyó un poco la difusión de la festividad. Clemente V tomó de nuevo el asunto en sus manos y, en el Concilio General de Viena (1311), una vez más ordenó la adopción de la fiesta. Publicó un nuevo decreto que incorporaba el de Urbano IV. Juan XXII, sucesor de Clemente V, recomendó con insistencia su observancia.
Ningún decreto habla de la procesión teofórica como una característica de la celebración. Esta procesión, ya celebrada en algunos lugares, fue dotada con indulgencias por los Papas Martín V y Eugenio IV.
La fiesta ha sido aceptada en 1306 en Colonia; Worms la adoptó en 1315; Estrasburgo en 1316. En Inglaterra fue introducida desde Bélgica entre 1320 y 1325. En los Estados Unidos y algunos otro países la solemnidad se celebra en el Domingo siguiente al de Trinidad.
En la Iglesia Griega la fiesta del Corpus Christi se conoce en los calendarios de los Sirios, Armenios, Coptos, Melquitas, y en los Rutenianos de Galicia, Calabria y Sicilia.


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¿Qué es la Eucaristía? 
 
La Eucaristía es la consagración del pan en el Cuerpo de Cristo y del vino en su Sangre que renueva mística y sacramentalmente el sacrificio de Jesucristo en la Cruz. La Eucaristía es Jesús real y personalmente presente en el pan y el vino que el sacerdote consagra. Por la fe creemos que la presencia de Jesús en la Hostia y el vino no es sólo simbólica sino real; esto se llama el misterio de la transubstanciación ya que lo que cambia es la sustancia del pan y del vino; los accidente—forma, color, sabor, etc.— permanecen iguales.
La institución de la Eucaristía, tuvo lugar durante la última cena pascual que celebró con sus discípulos y los cuatro relatos coinciden en lo esencial, en todos ellos la consagración del pan precede a la del cáliz; aunque debemos recordar, que en la realidad histórica, la celebración de la Eucaristía ( Fracción del Pan ) comenzó en la Iglesia primitiva antes de la redacción de los Evangelios.
Los signos esenciales del sacramento eucarístico son pan de trigo y vino de vid, sobre los cuales es invocada la bendición del Espíritu Santo y el presbítero pronuncia las palabras de la consagración dichas por Jesús en la última Cena: "Esto es mi Cuerpo entregado por vosotros... Este es el cáliz de mi Sangre..."
. Encuentro con Jesús amor
Necesariamente el encuentro con Cristo Eucaristía es una experiencia personal e íntima, y que supone el encuentro pleno de dos que se aman. Es por tanto imposible generalizar acerca de ellos. Porque sólo Dios conoce los corazones de los hombres. Sin embargo sí debemos traslucir en nuestra vida, la trascendencia del encuentro íntimo con el Amor. Resulta lógico pensar que quien recibe esta Gracia, está en mayor capacidad de amar y de servir al hermano y que además alimentado con el Pan de Vida debe estar más fortalecido para enfrentar las pruebas, para encarar el sufrimiento, para contagiar su fe y su esperanza. En fin para llevar a feliz término la misión, la vocación, que el Señor le otorgue.
Si apreciáramos de veras la Presencia real de Cristo en el sagrario, nunca lo encontraríamos solo, únicamente acompañado de la lámpara Eucarística encendida, el Señor hoy nos dice a todos y a cada uno, lo mismo que les dijo a los Apóstoles "Con ansias he deseado comer esta Pascua con vosotros " Lc.22,15. El Señor nos espera con ansias para dársenos como alimento; ¿somos conscientes de ello, de que el Señor nos espera el Sagrario, con la mesa celestial servida.? Y nosotros ¿ por qué lo dejamos esperando.? O es que acaso, ¿ cuando viene alguien de visita a nuestra casa, lo dejamos sólo en la sala y nos vamos a ocupar de nuestras cosas.?
Eso exactamente es lo que hacemos en nuestro apostolado, cuando nos llenamos de actividades y nos descuidamos en la oración delante del Señor, que nos espera en el Sagrario, preso porque nos "amó hasta el extremo" y resulta que, por quien se hizo el mundo y todo lo que contiene (nosotros incluidos) se encuentra allí, oculto a los ojos, pero increíblemente luminoso y poderoso para saciar todas nuestras necesidades.
¿Está Cristo presente en la Eucaristía?
Son varios los caminos por los que podemos acercarnos al Señor Jesús y así vivir una existencia realmente cristiana, es decir, según la medida de Cristo mismo, de tal manera que sea Él mismo quien viva en nosotros (ver Gál 2,20). Una vez ascendido a los cielos el Señor nos dejó su Espíritu. Por su promesa es segura su presencia hasta el fin del mundo (ver Mt 28, 20). Jesucristo se hace realmente presente en su Iglesia no sólo a través de la Sagrada Escritura, sino también, y de manera más excelsa, en la Eucaristía.
¿Qué quiere decir Jesús con "venid a mí"? Él mismo nos revela el misterio más adelante: "Yo soy el pan de vida. El que venga a mí, no tendrá hambre, el que crea en mí no tendrá nunca sed." (Jn 6, 35). Jesús nos invita a alimentarnos de Él. Es en la Eucaristía donde nos alimentamos del Pan de Vida que es el Señor Jesús mismo.
¿No está Cristo hablando de forma simbólica?
Cristo, se arguye, podría estar hablando simbólicamente. Él dijo: "Yo soy la vid" y Él no es una vid; "Yo soy la puerta" y Cristo no es una puerta.
Pero el contexto en el que el Señor Jesús afirma que Él es el pan de vida no es simbólico o alegórico, sino doctrinal. Es un diálogo con preguntas y respuestas como Jesús suele hacer al exponer una doctrina.
A las preguntas y objeciones que le hacen los judíos en el Capítulo 6 de San Juan, Jesucristo responde reafirmando el sentido inmediato de sus palabras. Entre más rechazo y oposición encuentra, más insiste Cristo en el sentido único de sus palabras: "Mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida" (v.55).
Esto hace que los discípulos le abandonen (v. 66). Y Jesucristo no intenta retenerlos tratando de explicarles que lo que acaba de decirles es tan solo una parábola. Por el contrario, interroga a sus mismos apóstoles: "¿También vosotros queréis iros?". Y Pedro responde: "Pero Señor... ¿con quién nos vamos si sólo tú tienes palabras de vida eterna?" (v. 67-68).
Los Apóstoles entendieron en sentido inmediato las palabras de Jesús en la última cena. "Tomó pan... y dijo: "Tomad y comed, esto es mi cuerpo." (Lc 22,19). Y ellos en vez de decirle: "explícanos esta parábola," tomaron y comieron, es decir, aceptaron el sentido inmediato de las palabras. Jesús no dijo "Tomad y comed, esto es como si fuera mi cuerpo.es un símbolo de mi sangre".
Alguno podría objetar que las palabras de Jesús "haced esto en memoria mía" no indican sino que ese gesto debía ser hecho en el futuro como un simple recordatorio, un hacer memoria como cualquiera de nosotros puede recordar algún hecho de su pasado y, de este modo, "traerlo al presente" . Sin embargo esto no es así, porque memoria, anamnesis o memorial, en el sentido empleado en la Sagrada Escritura, no es solamente el recuerdo de los acontecimientos del pasado, sino la proclamación de las maravillas que Dios ha realizado en favor de los hombres. En la celebración litúrgica, estos acontecimientos se hacen, en cierta forma, presentes y actuales. Así, pues, cuando la Iglesia celebra la Eucaristía, hace memoria de la Pascua de Cristo y ésta se hace presente: el sacrificio que Cristo ofreció de una vez para siempre en la cruz permanece siempre actual (ver Hb 7, 25-27). Por ello la Eucaristía es un sacrificio (ver Catecismo de la Iglesia Católica nn. 1363-1365).
San Pablo expone la fe de la Iglesia en el mismo sentido: "La copa de bendición que bendecimos, ¿no es acaso comunión con la sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no es comunión con el cuerpo de Cristo?". (1Cor 10,16). La comunidad cristiana primitiva, los mismos testigos de la última cena, es decir, los Apóstoles, no habrían permitido que Pablo transmitiera una interpretación falsa de este acontecimiento.
Los primeros cristianos acusan a los docetas (aquellos que afirmaban que el cuerpo de Cristo no era sino una mera apariencia) de no creer en la presencia de Cristo en la Eucaristía: "Se abstienen de la Eucaristía, porque no confiesan que es la carne de nuestro Salvador." San Ignacio de Antioquía (Esmir. VII).
Finalmente, si fuera simbólico cuando Jesús afirma: "El que come mi carne y bebe mi sangre...", entonces también sería simbólico cuando añade: "...tiene vida eterna y yo le resucitaré en el último día" (Jn 6,54). ¿Acaso la resurrección es simbólica? ¿Acaso la vida eterna es simbólica?
Todo, por lo tanto, favorece la interpretación literal o inmediata y no simbólica del discurso. No es correcto, pues, afirmar que la Escritura se debe interpretar literalmente y, a la vez, hacer una arbitraria y brusca excepción en este pasaje.
Si la misa rememora el sacrificio de Jesús, ¿Cristo vuelve a padecer el Calvario en cada Misa?
La carta a los Hebreos dice: "Pero Él posee un sacerdocio perpetuo, porque permanece para siempre... Así es el sacerdote que nos convenía: santo inocente...que no tiene necesidad de ofrecer sacrificios cada día... Nosotros somos santificados, mediante una sola oblación ... y con la remisión de los pecados ya no hay más oblación por los pecados." (Hb 7, 26-28 y 10, 14-18).
La Iglesia enseña que la Misa es un sacrificio, pero no como acontecimiento histórico y visible, sino como sacramento y, por lo tanto, es incruento, es decir, sin dolor ni derramamiento de sangre (ver Catecismo de la Iglesia Católica n. 1367).
Por lo tanto, en la Misa Jesucristo no sufre una "nueva agonía", sino que es la oblación amorosa del Hijo al Padre, "por la cual Dios es perfectamente glorificado y los hombres son santificados" (Concilio Vaticano II. Sacrosanctum Concilium n. 7).
El sacrificio de la Misa no añade nada al Sacrificio de la Cruz ni lo repite, sino que "representa," en el sentido de que "hace presente" sacramentalmente en nuestros altares, el mismo y único sacrificio del Calvario (ver Catecismo de la Iglesia Católica n. 1366; Pablo VI, Credo del Pueblo de Dios n. 24).
El texto de Hebreos 7, 27 no dice que el sacrificio de Cristo lo realizó "de una vez y ya se acabó", sino "de una vez para siempre". Esto quiere decir que el único sacrificio de Cristo permanece para siempre (ver Catecismo de la Iglesia Católica n. 1364). Por eso dice el Concilio: "Nuestro Salvador, en la última cena, ... instituyó el sacrificio eucarístico de su cuerpo y sangre, con el cual iba a perpetuar por los siglos, hasta su vuelta, el sacrificio de la cruz." (ver Concilio Vaticano II, Sacrosanctum Concilium n. 47). Por lo tanto, el sacrificio de la Misa no es una repetición sino re-presentación y renovación del único y perfecto sacrificio de la cruz por el que hemos sido reconciliados.
Frutos de la Eucaristía
·      Al recibir la Eucaristía, nos adherimos intimamente con Cristo Jesús, quien nos transmite su gracia.
·         La comunión nos separa del pecado, es este el gran misterio de la redención, pues su Cuerpo y su Sangre son derramados por el perdón de los pecados.
·         La Eucaristía fortalece la caridad, que en la vida cotidiana tiende a debilitarse; y esta caridad vivificada borra los pecados veniales.
·         La Eucaristía nos preserva de futuros pecados mortales, pues cuanto más participamos en la vida de Cristo y más progresamos en su amistad, tanto más difícil se nos hará romper nuestro vínculo de amor con Él.
·         La Eucaristía es el Sacramento de la unidad, pues quienes reciben el Cuerpo de Cristo se unen entre sí en un solo cuerpo: La Iglesia. La comunión renueva, fortifica, profundiza esta incorporación a la Iglesia realizada ya por el Bautismo.
·         La Eucaristía nos compromete a favor de los pobres; pues el recibir el Cuerpo y la Sangre de Cristo que son la Caridad misma nos hace caritativos.
·         ¿Porque la Eucaristía es un sacrificio?
·         La Eucaristía es por encima de todo un sacrificio: sacrificio de la Redención y al mismo tiempo sacrificio de la Nueva Alianza. El hombre y el mundo son restituidos a Dios por medio de la novedad pascual de la Redención. Esta restitución no puede faltar: es fundamento de la "alianza nueva y eterna" de Dios con el hombre y del hombre con Dios. Si llegase a faltar, se debería poner en tela de juicio bien sea la excelencia del sacrificio de la Redención que fue perfecto y definitivo, o bien sea el valor sacrificial de la Santa Misa. Por tanto la Eucaristía, siendo verdadero sacrificio, obra esa restitución a Dios.
·         En este sentido, el celebrante, en cuanto ministro del sacrificio, es el auténtico sacerdote, que lleva a cabo –en virtud del poder específico de la sagrada ordenación- el verdadero acto sacrificial que lleva de nuevo a los seres a Dios. En cambio, todos aquellos que participan en la Eucaristía, sin sacrificar como él, ofrecen con él, en virtud del sacerdocio común, sus propios sacrificios espirituales, representados por el pan y el vino, desde el momento de su presentación en el altar.
·         Efectivamente, este acto litúrgico solemnizado por casi todas las liturgias, "tiene su valor y su significado espiritual". El pan y el vino se convierten en cierto sentido en símbolo de todo lo que lleva la asamblea eucarística, por sí misma, en ofrenda a Dios y que ofrece en espíritu. Es importante que este primer momento de la liturgia eucarística, en sentido estricto, encuentra su expresión en el comportamiento de los participantes. A esto corresponde la llamada procesión de las ofrendas, prevista por la reciente reforma litúrgica y acompañada, según la antigua tradición, por un salmo o un cántico.
·         Todos los que participan con fe en la Eucaristía se dan cuenta de que ella es "Sacrificium", es decir, una "Ofrenda consagrada". En efecto, el pan y el vino, presentados en el altar y acompañados por la devoción y por los sacrificios espirituales de los participantes, son finalmente consagrados, para que se conviertan verdadera, real y sustancialmente en el Cuerpo entregado y en la Sangre derramada de Cristo mismo. Así, en virtud de la consagración, las especies del pan y del vino, "re-presentan", de modo sacramental e incruento, el Sacrificio propiciatorio ofrecido por El en la cruz al Padre para la salvación del mundo.
¿Porque la Eucaristía es un Sacramento?
La recepción de Jesucristo sacramentado bajo las especies de pan y vino en la sagrada Comunión significa y verifica el alimento espiritual del alma. Y así, en cuanto que en ella se da la gracia invisible bajo especies visibles, guarda razón de sacramento. Jesús al instituir la Eucaristía le confiere intrinsecamente el valor sacramental pues a través de ella Él nos transmite su gracia, su presencia viva. Por ello, la Eucaristía es el más importante de los sacramentos, de donde salen y hacia el que van todos los demás, centro de la vida litúrgica, expresión y alimento de la comunión cristiana.
·         Sacramento de Unidad. Al referirnos a la Eucaristía como Comunión, estamos proclamando nuestra unión entre todos los cristianos y nuestra adhesión a la Iglesia con Jesús. Por ello, la Eucaristía es un sacramento de unidad de la Iglesia, y su celebración sólo es posible donde hay una comunidad de creyentes.
·         Sacramento del amor fraterno. La misma noche que Jesús instituyó la Eucaristía, instituyó el mandamiento del amor. Por lo tanto, la Eucaristía y el amor a los demás tienen que ir siempre juntos. Jesús instituye la Eucaristía como prueba de su inmenso amor por nosotros y pide a los que vamos a participar en ella, que nos amemos como El nos amó. Y, en este sentido, la Eucaristía tiene que estar necesariamente atencedido por el Sacramento de la Reconciliación pues el recibir el "alimento de vida eterna" exige una reconciliación constante con los hermanos y con Dios Padre.
El misterio eucarístico, desgajado de su propia naturaleza sacrificial y sacramental, deja simplemente de ser tal. No admite ninguna imitación "profana", que se convertiría muy fácilmente (si no incluso como norma) en una profanación. Esto hay que recordarlo siempre, y quizá sobre todo en nuestro tiempo en el que observamos una tendencia a brrar la distinción entre "sacrum" y "profanum", dada la difundida tendencia general (al menos en algunos lugares) a la desacralización de todo.
En tal realidad la Iglesia tiene el deber particular de asegurar y corroborar el "sacrum" de la Eucaristía. En nuestra sociedad pluralista, y a veces también deliberadamente secularizada, la fe viva de la comunidad cristiana -fe consciente incluso de los propios derechos con respecto a todos aquellos que no comparten la misma fe- garantiza a este "sacrum" el derecho de ciudadanía. El deber de respetar la fe de cada uno es al mismo tiempo correlativa al derecho natural y civil de la libertad de conciencia y de religión.
Los ministros de la Eucaristía deben por tanto, sobre todo en nuestros días, ser iluminados por la plenitud de esta fe viva, y a la luz de ella deben comprender y cumplir todo lo que forma parte de su ministerio sacerdotal, por voluntad de Cristo y de su Iglesia.
La Santa comunión
La adoración amante de la Santísima Trinidad. Nuestra santificación y cooperación
La vida interior supone la vida sobrenatural. No es otra cosa que la cooperación de nuestra voluntad con la gracia, con los movimientos íntimos mediante los cuales el Espíritu Santo, nuestro Huésped, nos atrae y nos guía. Debemos, por tanto, mencionar a la Santa comunión entre los principales medios de que disponemos para conservar, defender y acrecentar esta preciosa vida interior. Porque es por la Santa Comunión, sobre todo, que la vida sobrenatural se conserva, lucha y crece en nosotros.
Los dos fines de Jesús
La santa comunión continúa y consuma en nuestro corazón el sacrificio del altar. Es decir que la misa llama normalmente a la comunión, y que comulgando debemos hacer nuestras las intenciones que animan a Jesús al momento del sacrificio y al momento de su venida en nosotros. Acercándonos a la sagrada mesa, tratemos de entrar en los designios del Salvador. Cristo se propone dos cosas en el acto sagrado de nuestra comunión. La primera y principal, es ofrecer en y con nosotros su adoración amantísima a la Trinidad santa, que habita en nuestra alma. La segunda es santificarnos.
La adoración amante de las tres personas
Lo que Jesús quiere, primero, es guiar a cada uno de nosotros en su acto supremo de religión hacia las Tres Personas de la Santísima Trinidad. Se entrega a mí para que me apropie y se sirva de Él para adorar a Dios. No quiere hacerse uno conmigo, una sola hostia, y con esta hostía compuesta de Él y de mí, escucha adorar amorosamente al Altísimo.
De este modo, en la comunión, Jesús termina sobre el atar de mi corazón el sacrificio que ofrecido a la Santísima Trinidad sobre el altar de la misa. Ahí, incluso si estoy distraído, aun si lo estos voluntariamente, con la condición de que mi alma esté en estado de gracia y que mi intención sea recta, ofrecerá a Dios, tanto en mi nombre como en el suyo, sus homenajes infinitos de adoración y amor. ¡Y Yo puedo aprovechar cuidadosamente este instante úncio para adorar y amar a Dios como se Él merece!
¡Oh Jesús desde que estás en mi pecho, tómame y úneme a ti! Luego, ofréceme contigo y úneme a mí. Luego ofréceme contigo, en una sola oblación, a las tres Personas divinas. Vivir o morir; actuar o sufrir; tener éxito o ser humillado, todo lo acepto. ¡Que estas tres personas se glorifiquen conmigo como gusten! Para ellas todo lo que soy y todo lo que tengo y todo de lo que soy capaz. Para ellas mi cuerpo, mi inteligencia, i corazón y mi voluntad, pero siempre en unión contigo, para que mi ofrenda sea glorificada.. Lo que quiero es que, gracias a tu presencia, el Dios de bondad sea dignamente honrado por mí.
Nuestra santificación
En la santa Comunión, como en la misa, lo que Jesús, por una admirable condescendencia, se propone, en segundo lugar, es nuestra santificación. Desde que está presente en nosotros, nos libera de esos pecados veniales cotidianos, que no sólo nos impiden glorificar a Dios como deberíamos, sino que además ser santos como el lo desea. ¿Cómo alcanza ese resultado? Comienza ofreciendo a la santísima Trinidad sus mérito y su oración para obtener en nuestro favor un aumento de la gracia santificante. Y en esta abundancia de gracia, más bien, en este brasero, ¡con qué rapidez se consumen los pecados veniales de cada día! Luego por la virtud de su hostia, atenúa nuestro nefasto amor propio. Pero por sobre todas la cosas, crece nuestra vida divina, a la vez que crece nuestra gracias santificante. Crecen también nuestros derechos a numerosas gracias actuales, que son aumentados. Nuestras virtudes infusas, nuestras virtudes naturales se enraízan, Y finalmente, crece también, nuestra semejanza con Dios y nuestro mérito para el cielo perfecciona. Obtenida la gracia santificante, esta fuente de vida, se extiende en mí cada vez más. Oh Jesús, desde que está en mi alma, aumentas mi tesoro de gracia para hacerme más santo; dame las garcias necesarias para que me perfeccione cada vez más.
He aquí, bajo tus ojos mi egoísmo de pecador, mis hábitos detestables, mis tendencias funestas: por la virtud de tu hostia sírvete disminuir su violencia. El fondo de mi naturaleza es siempre orgulloso y sensual: por la fuerza de tu sacrificio, que se consume en mí, corrige esas miserias. Aumenta mis virtudes infusas, que derramas en mí, para que todos mis actos sean grandemente sobrenaturales y meritorio.
Fortifica mis virtudes adquiridas, las del hábito creado en mí, ¡tan débiles desgraciadamente!, para que cumpla habitualmente tu santa voluntad. Desarrolla en mí, cada vez más los dones del Espíritu Santo, para que sea plenamente dócil a las divinas inspiraciones. Finalmente, aumenta mi gracia santificante, que me hará más santo, dígnate aumentar el poder de mi caridad activa, que me conducirá más fuertemente hacia el bien. Sé que con una sorprendente ternura te propones conservar, aumentar, derramar, reparar y activar deliciosamente mi vida divina, extensión de la tuya. Sé también que de todo corazón quieres realizar en mí el segundo fin que me haces en la santa comunión. ¡Te agradezco por todo esto, y deseo que puedas encontrar en mí la docilidad que requieres para realizar maravillas de santidad!
Nuestra cooperación
Tiene que ser diaria y para toda la vida. No es sólo en la hora en que comulgo que debo corresponder a las generosidades de Jesús: siempre y en todo lugar. ¿Cómo podría adorar y amar a Dios con Jesús, sin santificarme primero? ¿Y cómo podría santificarme sin cooperar? ¿En qué consiste esta cooperación que me incumbe? Consiste en inmolar mi egoísmo y mis malas concupiscencias. El Jesús que recibo acaba de ser inmolado: ¿cómo me uniría a Él si no mortificara, al menos mi amor propio? Como dijo Pío XI: “cuanto más nos unamos al sacrificio del señor… inmolando nuestras concupiscencias y crucificando nuestra carne… tanto mayor será perfecta la unión de Cristo con sus miembros”.
Sí, la comunión, aún la de los simples fieles debe ser inmolante y debe asociarnos a las intenciones de Jesús, a la vez sacerdote y víctima. Prometámosle ser hostia como Él. Prometámosle rechazar la satisfacción funesta del pecado. Tomemos algunas y firmes resoluciones. Luego, abandonándonos totalmente a la virtud infinita de la Eucaristía, prometiendo inmolar los que es malo en nosotros. Finalmente, esta adaptación a la virtud infinita de la Eucaristía, hagámosla con determinación, porque es para vivir más abundantemente la vida divina; consintamos a morir a nuestros deseos perversos y a nuestras tendencias miserables.





EL FUEGO 
En nuestras celebraciones:
- Aparece en forma de lámparas y cirios encendidos durante la celebración o delante del sagrario.
Aparte del simbolismo de la luz entra aquí también esa misteriosa realidad que se llama fuego: la llama que se va consumiendo lentamente mientras alumbra, embellece, calienta, dando sentido familiar a la celebración.
 

 - Vigilia de Pascua: 
Es la celebración que queda enriquecida de modo más explícito con el simbolismo del fuego. La hoguera que arde fuera de la Iglesia y de la que se va a encender el Cirio Pascual remite intensamente al triunfo de la luz sobre la tiniebla, del calor sobre el frío, de la vida sobre la muerte. De allí partirá la procesión con su festivo grito: "Luz de Cristo", y la luz se irá comunicando progresivamente a cada uno de los participantes.
El simbolismo de la luz está realmente muy aprovechado en el lenguaje festivo de la Noche Pascual. Pero en su raíz está el fuego que tiene sus direcciones propias y riquísimas.

Su simbolismo natural
El lenguaje del fuego tiene en nuestra sensibilidad humana y social, una interesante serie de sentidos. 
El fuego calienta, consume, quema, ilumina, purifica, es fuente de energía. Es origen de innumerables beneficios para la humanidad, pero también destruye, castiga, asusta y mata. Es un elemento bienhechor pero a la vez  peligroso. Un rayo o un incendio pueden generar calamidades enormes. Sin el fuego no podemos vivir, pero puede causarnos también la muerte. No es nada extraño que en torno a este misterioso elemento natural se haya creado todo un simbolismo:
*Para expresar la presencia misma de la divinidad, invisible pero fuerte, incontrolable, purificadora, castigadora,
*o para designar los sentimientos humanos, como la pasión, que está escondida pero que puede alcanzar una fuerza inaudita, para bien o para mal: el amor , el odio, el entusiasmo...etc.
-El fuego es también la imagen del calor familiar, el crepitar de la llama en el hogar ilumina la vida, ahuyenta el frío, da alegría y sensación de bienestar.   
En la Revelación:
Para saber toda la densidad de significado que el fuego puede llegar a tener y lo que puede expresar también en nuestras celebraciones, no hay mejor medio que repasar,
, que de lo que él dicen el Antiguo y Nuevo Testamento.
·         Ante todo, el fuego sirve para expresar de algún modo lo que es imposible de expresar: lapresencia misteriosa de Dios mismo en la historia humana. Recordemos el misterioso episodio de la zarza que arde sin consumirse (Ex 3). Moisés se acerca a un lugar que en seguida reconoce como sagrado, y oye la voz "Yo soy el Dios de Abraham...".
·         También es con el fuego con el que se simboliza el juicio de Dios, como el fuego que penetra a todo ser existente, lo pone en evidencia, lo purifica o lo castiga. (Véase: Dan. 7,10 ; Gen 19 ; Is 66,16)
 
EL INCIENSO
¿Qué quiere simbolizar el incienso?
Lo que el incienso quiere significar en nuestra liturgia nos lo han ido explicando los varios documentos con sus explicaciones.
§  El incienso crea una atmósfera agradable y festiva en torno a lo que se inciensa, a la vez que crea un aire entre misterioso y sagrado por la sutil impalpabilidad de su perfume y de su humo.
§  Expresa elegantemente el respeto y la reverencia hacia una persona o hacia algún símbolo de Cristo.
§  Pero más en profundidad indica la actitud de oración y elevación de la mente hacia Dios. Ya el Salmo 140 nos hace decir: "suba mi oración como incienso en tu presencia".
§  El incienso es símbolo, sobre todo, de la actitud de ofrenda y sacrificio de los creyentes hacia Dios. El incienso une de algún modo a las personas con el altar, con sus dones y sobre todo con Cristo Jesús que se ofrece en sacrificio.
¿A quiénes se inciensa?
-El Misal Romano sugiere con libertad el uso del incienso en estos momentos de la Misa:
§  Durante la procesión de entrada
§  Al comienzo de la Misa para incensar el altar
§  En la procesión y proclamación del evangelio
§  En el ofertorio, para incensar las ofrendas, el altar, el presidente y el pueblo cristiano
§  En la ostensión del Pan consagrado y del Cáliz después de la consagración (IGMR 235)
a)      Llevar incienso en la procesión de entrada e incensar el altar que va a ser el centro de la celebración eucarística, puede indicar el respeto al lugar, a las personas y al altar, o simplemente significar el tono festivo y sagrado de la acción que empieza.  Pero el Misal no da demasiado relieve a este primer gesto: siempre se ha considerado más importante la incensación del altar en el ofertorio.
b)      La incensación del evangelio  fue entrando a partir del siglo XI como signo de honor y respeto hacia Aquél cuyas palabras vamos a escuchar. El Misal (IGMR 33 y 35) explica por qué en el momento del evangelio se acumulan los signos de especial veneración: el lector ordenado, la postura de pie, el beso y otras muestras de honor entre las que hay que recordar el incienso.
c)      El uso del incienso en el ofertorio tiene especial interés. El altar y las ofrendas de pan y vino sobre él se inciensan "para significar de este modo que la oblación de la Iglesia y su oración suben ante el trono de Dios como el incienso" (IGMR 51). 
En este momento "también el sacerdote y el pueblo pueden ser incensados". Junto con el pan y el vino ofrecidos sobre el altar, y que son incensados, también el presidente se ofrece a sí mismo, y con él toda la comunidad y así se convierten ellos mismos en ofrenda y sacrificio, unidos e incorporados al sacrificio de Cristo. Son las personas, principalmente, las que vienen a ser simbolizadas como ofrenda y homenaje a Dios, con el gesto del incienso. Si nada más fuera un gesto de honor, se quedaría la asamblea sentada mientras la inciensan. En cambio, se pone de pie para indicar su actitud positiva, comprometida, de unión espiritual con las ofrendas eucarísticas.
d)      En la consagración el acto de la incensación manifiesta al Señor mismo. Todas las incensaciones se dirigen a los signos sacramentales de la presencia del Señor: el altar, la cruz, el libro del evangelio, el presidente, la asamblea. Ahora se inciensa el pan y el vino consagrados, el signo central y eficaz de la auto-donación de Cristo.

LA IMPOSICIÓN DE MANOS
En el Nuevo Testamento la acción e imponer  sobre la cabeza de uno las manos tiene significados distintos, según el contexto en el que se sitúe. Ante todo puede ser la bendición que uno transmite a otro, invocando sobre él la benevolencia de Dios.
Así , Jesús imponía las manos sobre los niños, orando por ellos.
 
La despedida de Jesús en su Ascensión , se expresa también con el mismo gesto: "alzando las manos los bendijo" (Lc  24,50).
Es una expresión que muchas veces se relaciona a la curación. Jairo pide a Jesús: "Mi hija está a punto de morir; ven impón tus manos sobre ella para que se cure y viva" (Mc 5,23).
Imponer las manos sobre la cabeza de una persona, significa en muchos otros pasajes, invocar y transmitir sobre ella el don del Espíritu Santo para una misión determinada. Así pasa con los elegidos para el ministerio de diáconos en la comunidad primera: "hicieron oración y les impusieron las manos" (Act 6,6). 
Hay dos momentos en la celebración de la Eucaristía en que el gesto simbólico tiene particular énfasis.
Ante todo cuando el presidente, en la Plegaria Eucarística, invoca por primera vez al Espíritu (epíclesis), extendiendo sus manos sobre el pan y el vino: "santifica estos dones con la efusión de tu Espíritu".
 
La Bendición Final
 es el segundo momento en el que el gesto de la imposición adquiere especial énfasis.
Este gesto nos habla también del don de Dios y la mediación eclesial:
Estupendo binomio: la mano y la palabra. Unas manos extendidas hacia una persona o una cosa, y unas palabras que oran o declaran. Las manos elevadas apuntando al don divino, y a la vez mantenidas sobre esta persona o cosa, expresando la aplicación o atribución del mismo don divino a estas criaturas.
La mano poderosa de Dios que bendice, que consagra, que inviste de autoridad, es representada sacramentalmente por la ,mano de un ministro de la Iglesia, extendida con humildad y confianza sobre las personas o los elementos materiales que Dios quiere santificar.

EL SALUDO DE LA PAZ
El Misal describe así el gesto de la paz: Los fieles "imploran la paz y la unidad para la Iglesia y para toda la familia humana, y se expresan mutuamente la caridad, antes de participar de un mismo pan" (IGMR 56b).

a)    Se trata de la paz de Cristo:
 "Mi paz os dejo, mi paz os doy". El saludo y el don del Señor que se comunica a los suyos en la Eucaristía. No una paz que conquistemos nosotros con nuestro esfuerzo, sino que nos concede el Señor.
b)    Un gesto de fraternidad cristiana y eucarística: Un gesto que nos hacemos unos a otros antes de atrevernos a acudir a la comunión: para recibir a Cristo nos debemos sentir hermanos y aceptarnos los unos a los otros. Todos somos miembros del mismo Cuerpo, la Iglesia de Cristo. Todos estamos invitados a la misma mesa eucarística. Darnos la paz es un gesto profundamente religioso, además de humano. Está motivado por la fe más que por la amistad: reconocemos a Cristo en el hermano al igual que lo reconocemos en el pan y el vino.

EL SACERDOTE BESA EL LIBRO DE LOS EVANGELIOS
Al hacerlo el sacerdote dice en voz baja: "Las palabras del Evangelio borren nuestros pecados". Esta frase expresa el deseo de que la Palabra evangélica ejerza su fuerza salvadora perdonando nuestros pecados. Besar el Evangelio es un gesto de fe en la presencia de Cristo que se nos comunica como la Palabra verdadera.

LA SEÑAL DE LA CRUZ
No nos damos mucha cuenta, porque ya estamos acostumbrados a ver la Cruz en la Iglesia, en nuestras casas, pero la Cruz es una verdadera cátedra, desde la que Cristo nos predica siempre la gran lección del cristianismo. 
La Cruz resume toda la teología sobre Dios, sobre el misterio de la salvación en Cristo, sobre la vida cristiana.
La Cruz es todo un discurso: Nos presenta a un Dios trascendente pero cercano; un Dios que ha querido vencer el mal con su propio dolor; un Cristo que es juez y Señor, pero a la vez siervo, que ha querido llegar a la entrega total de sí mismo, como imagen plástica del amor y de la condescendencia de Dios; un Cristo que en su Pascua - muerte y resurrección- ha dado al mundo la reconciliación.
 Los cristianos con frecuencia hacemos con la mano la señal de la Cruz, o nos la hacen otros, como en el caso del bautismo o de las bendiciones.
 Es  un gesto sencillo pero lleno de significado. Esta señal de la Cruz es una verdadera confesión de fe: Dios nos ha salvado en la Cruz de Cristo. Es un signo de pertenencia, de posesión: al hacer sobre nuestra personas este signo es como si dijéramos: "estoy bautizado, pertenezco a Cristo, El es mi Salvador, la cruz de Cristo es el origen y la razón de ser de mi existencia cristiana...".
Los cristianos debemos reconocer a la Cruz todo su contenido para que no sea un símbolo vacío. Y entonces sí, puede ser un signo que continuamente nos alimente la fe y el estilo de vida que Cristo nos enseñó. Si entendemos la Cruz y nuestro pequeño gesto de la señal de la Cruz es consciente, estaremos continuamente reorientando nuestra vida en la dirección buena. 
  
EL AGUA
El agua es una realidad que ya humanamente tiene muchos valores y sentidos: sacia la sed, limpia, es fuente de vida, origina la fuerza hidráulica...También nos sirve para simbolizar realidades profundas en el terreno religioso la pureza interior, sobre todo.  Por eso se encuentran las abluciones o los baños sagrados en todas las culturas y religiones (a orillas del Ganges para los indios, del Nilo para los egipcios, del Jordán para los judíos).
Para los cristianos el agua sirve muy expresivamente para simbolizar lo que Cristo y su salvación son para nosotros: Cristo es el "agua viva" que sacia definitivamente nuestra sed (coloquio con la samaritana: Jn 4); el agua sirve también para describir la presencia vivificante del Espíritu (Jn 7, 37-39) y para anunciar la felicidad el cielo (Apoc 7, 17; 22, 1).
En nuestra liturgia es lógico que también se utilice este simbolismo.  A veces se usa el agua sencillamente con una finalidad práctica: por ejemplo en las abluciones de las manos después de ungir con los Santos Oleos o de los vasos empleados en la Eucaristía. Otras veces un gesto que en su origen había sido "práctico" ha adquirido ahora un simbolismo: como la mezcla del agua en el vino, que en siglos pasados era necesario por la excesiva gradación del vino, y que luego adquirió el simbolismo de nuestra humanidad incorporada a la divinidad de Cristo.
Pero el agua tiene muchas veces un sentido simbólico: lavarse las manos para indicar la purificación que el sacerdote más que nadie necesita, o lavar los pies para expresar la actitud de servicio. Sobre todo el agua nos hace celebrar significativamente el Bautismo con el gesto de la inmersión en agua (bautismo significa inmersión" en griego): porque es un sacramento que nos hace sumergirnos sacramentalmente en Cristo, en su muerte y resurrección, y nos engendra a la vida nueva. La aspersión de la comunidad con agua en la Vigilia Pascual, o en el rito de entrada de la Eucaristía dominical, o el santiguarse con agua al entrar en la Iglesia, son recuerdos simbólicos del Bautismo. También el hecho de las casas (de las casas, de los objetos, de las personas) o el gesto de aspersión en las exequías se realicen con agua, quiere prolongar el simbolismo purificador y vitalizador del Bautismo.
En el rito de la Dedicación de iglesias se asperjan con agua las paredes, el altar y finalmente el pueblo cristiano: siempre con la misma intención "bautismal", que coenvuelve a las personas, al edificio y a los objetos de nuestro culto.  Todo queda incorporado a la Pascua de Cristo. Otro significado del simbolismo del agua es su cualidad de apagar la sed del hombre. Sed que no es sólo material, sino que muy expresivamente puede referirse s los deseos más profundos del ser humano: la felicidad, la libertad, el amor, etc.


LAS CAMPANAS
Es muy antiguo el uso de objetos metálicos para señalar con su sonido la fiesta o la convocatoria de la comunidad. Desde el sencillo "gong" hasta la técnica evolucionada de los fundidores de campanas o los campanarios eléctricos actuales, las campanas y las campanillas se han utilizado expresivamente en la vida social y en el culto. Son instrumentos de metal, en forma de copa invertida, con un badajo libre.
Cuando los cristianos pudieron construir iglesias, a partir del siglo IV, pronto se habla de torres y campanarios adosados a las iglesias, con campanas que se convertirán rápidamente en un elemento muy expresivo para señalar las fiestas y los ritmos de la celebración cristiana. También dentro de la celebración se utilizaron las campanillas, a partir del siglo XIII, ahora bastante menos necesarias (IGMR 109 deja libre su uso) porque ya la celebración la seguimos más fácilmente, a no ser que se quieran hacer servir, no tanto para avisar de un momento -por ejemplo, la consagración sino para darle simbólicamente realce festivo, como en el Gloria de la Vigilia Pascual.
Los nombres latinos de "signum" o "tintinnabulum" se convierten más tarde, hacia el siglo VI, en el de "vasa campana", seguramente porque las primeras fundiciones derivan de la región italiana de Campania.  Las campanas del campanario convocan a la comunidad cristiana, señalan las horas de la celebración (la Misa mayor), de oración (el Angelus o la oración comunitaria de un monasterio), diversos momentos de dolor (la agonía o la defunción) o de alegría (la entrada del nuevo obispo o párroco) y sobre todo con su repique gozoso anuncian las fiestas.  Y así se convierten en un "signo hecho sonido" de la identidad de la comunidad cristiana, evangelizador de la Buena Noticia de Cristo en medio de una sociedad que puede estar destruida.  Como también el mismo campanario, con su silueta estilizada, se convierte en símbolo de la dirección trascendente que debería tener nuestra vida. El Bendicional (nn. 1142-1162) ofrece textos muy expresivos para la bendición de las campanas, motivando bien su sentido y convirtiendo el rito en una buena ocasión para entender mejor la identidad de una comunidad cristiana y sus ritmos de vida y oración.

EL CANTO
El canto expresa y realiza nuestras actitudes interiores. Tanto en la vida social como en la cúltico-religiosa, el canto no sólo expresa sino que en algún modo realiza los sentimientos interiores de alabanza, adoración, alegría, dolor, súplica.  "No ha de ser considerado el canto como un cierto ornato que se añade a la oración, como algo extrínseco, sino más bien como algo que dimana de lo profundo del espíritu del que ora y alaba a Dios" (IGLH 270).
El canto hace comunidad, al expresar más validamente el carácter comunitario de la celebración, igual que sucede en la vida familiar y social como en la litúrgica.
El canto hace fiesta, crea clima más solemne y digno en la oración: "nada más festivo y más grato en las celebraciones sagradas que una asamblea que toda entera, exprese su fe y su piedad por el canto" (MS 16).
El canto es una señal de euforia.  El canto tiene en la liturgia una función "ministerial": no es como en un concierto, que se canta por el canto en sí y su placer estético y artístico.  Aquí el canto ayuda a que la comunidad entre más en sintonía con el misterio que celebra.  A la vez que crea un clima de unión comunitaria y festiva, ayuda pedagógicamente a expresar nuestra participación en lo más profundo de la celebración. Así el canto se convierte de verdad en "sacramento", tanto de lo que nosotros sentimos y queremos decir a Dios, como de la gracia salvadora que nos viene de él.
LA CENIZA
La ceniza, del latín "cinis", es producto de la combustión de algo por el fuego.  Muy fácilmente adquirió un sentido simbólico de muerte, caducidad, y en sentido trasladado, de humildad y penitencia. En Jonás 3,6 sirve, por ejemplo, para describir la conversión de los habitantes de Nínive.  Muchas veces se une al "polvo" de la tierra: "en verdad soy polvo y ceniza", dice Abraham en Gén. 18,27. El Miércoles de Ceniza, el anterior al primer domingo de Cuaresma (muchos lo entenderán mejor diciendo que es le que sigue al carnaval), realizamos el gesto simbólico de la imposición de ceniza en la frente (fruto de la cremación de las palmas del año pasado).  Se hace como respuesta a la Palabra de Dios que nos invita a la conversión, como inicio y puerta del ayuno cuaresmal y de la marcha de preparación a la Pascua.  La Cuaresma empieza con ceniza y termina con el fuego, el agua y la luz de la Vigilia Pascual.  Algo debe quemarse y destruirse en nosotros -el hombre viejo- para dar lugar a la novedad de la vida pascual de Cristo.
Mientras el ministro impone la ceniza dice estas dos expresiones, alternativamente: "Arrepiéntete y cree en el Evangelio" (Cf Mc1,15) y "Acuérdate de que eres polvo y al polvo has de volver" (Cf Gén 3,19): un signo y unas palabras que expresan muy bien nuestra caducidad, nuestra conversión y aceptación del Evangelio, o sea, la novedad de vida que Cristo cada año quiere comunicarnos en la Pascua.



EL CIRIO PASCUAL
Del latín "cereus", de cera, el producto de las abejas. Ya hablamos en la voz "candelas candelabros" sobre el uso humano y el sentido simbólico de la luz que producen los cirios, y también del uso que en la liturgia cristiana hacemos de ese simbolismo. El cirio más importante es el que se enciende en la Vigilia Pascual como símbolo de la luz de Cristo, y los cirios que se reparten entre la comunidad, para significar nuestra participación en esa misma luz. El Cirio Pascual es ya desde los primeros siglos uno de los símbolos más expresivos de la Vigilia.  En medio de la oscuridad (toda la celebración se hace de noche y empieza con las luces apagadas), de una hoguera previamente preparada se enciende el Cirio, que tiene una inscripción en forma de Cruz, acompañada de la fecha y de las letras Alfa y Omega, la primera y la última del agabeto griego, para indicar que la Pascua de Cristo, principio y fin de el tiempo y de la eternidad, nos alcanza con fuerza siempre nueva en el año concreto en que vivimos. En la procesión de entrada se canta por tres veces la aclamación al Cirio: "Luz de Cristo.  Demos gracias a Dios", mientras progresivamente se van encendiendo los cirios de los presentes.  Luego se coloca en la columna o candelero que va a ser su soporte, y se entona en torno de él, después de incensarlo, el solemne Pregón Pascual.
Además del símbolo de la luz, se le da también el de la ofrenda:cera que se gasta en honor de Dios, esparciendo su luz: "Acepta, padre santo, el sacrificio vespertino de esta llama, que la santa Iglesia te ofrece en la solemne ofrenda de este cirio, obra de las abejas.  Sabemos ya lo que anuncia esta columna de fuego, ardiendo en llama viva para gloria de Dios... Te rogamos que este Cirio, consagrado a tu nombre, arda sin apagarse para destruir la oscuridad de esta noche..."
Lo que van anunciando las lecturas, oraciones y cantos, el Cirio lo dice con el lenguaje humilde pero diáfano de su llama viva. La Iglesia, la esposa, sale al encuentro de Cristo, el Esposo, con la lámpara encendida en la mano, gozándose con él en la noche victoriosa de su Pascua.
El Cirio estará encendido en todas las celebraciones durante las siete semanas de la cincuentena, al lado del ambón de la Palabra, hasta terminar el domingo de Pentecostés.  Luego, durante el año, se encenderá en la celebración de los bautizos y de las exequias, el comienzo y la conclusión de la vida: un cristiano participa de la luz de Cristo a lo largo de todo su camino terreno, como garantía de su definitiva incorporación a la luz de la vida eterna.
 

LA COLECTA
La palabra "colecta" viene del latín "collecta, colligere", "recogida, recoger". Se aplica ante todo a la reunión de la comunidad para la Eucaristía dominical o para las asambleas "estacionales" en Cuaresma. También se llama "colecta" a la recogida de dinero o de dones en el ofertorio, a la que alude Pablo (1 Cor 16, 1-2).
Pero su uso más técnico es el referido a la "oración colecta" al principio de la Misa.  Este nombre pudiera tener dos direcciones: o bien porque se pronuncia cuando ya está la comunidad reunida (oración de reunión, concluyendo el rito de entrada), o porque su finalidad es recoger y resumir las peticiones de cada uno de los presentes.  También se aplica este nombre a las "oraciones sálmicas", que "sintetizan los sentimientos de los participantes" en el rezo de los salmos (Cf IGLH 112).  La expresión "colligere ortationem", usual en los primeros siglos en la salmodia comunitaria, quería decir "recoger en una oración las intenciones de los que habían rezado el salmo".  De ahí las "colectas sálmicas".
El Misal de Pablo VI llama "colecta" a la primera oración de la Misa y describe así su dinámica: "El sacerdote invita al pueblo a orar; y todos, a una con el sacerdote, permanecen un rato en silencio para hacerse conscientes de estar en la presencia de Dios y formular sus súplicas. Entonces el sacerdote lee la oración que se suele denominar colecta, y el pueblo contesta amén" (IGMR 32).  Es la primera oración importante del presidente, que de pie, con los brazos extendidos, y en nombre de la comunidad, dirige su súplica a Dios.  Las de nuestro Misal son fieles al estilo claro y conciso de la liturgia romana, con una invocación a Dios, muchas veces enriquecida con la alusión al tiempo litúrgico o la fiesta celebrada para proseguir con una súplica y concluir apelando a la mediación de Cristo.
El libro que durante siglos reunía estas oraciones de la Misa o del Oficio Divino, antes de su inclusión en el libro único del Misal o del Breviario, se llamó "Colectario".
EL MOMENTO DE LA COMUNIÓN
De la palabra latina "communio", acción de unir, de asociar y participar (correspondiente a la griega "koinonía") "comunión" significa la unión de las personas, o de una comunidad, o la comunión de los Santos en una perspectiva eclesial más amplia, o la unión de cada uno con Cristo o con Dios.
Aquí la miramos desde el punto de vista eucarístico: la participación de los fieles en el Cuerpo y Sangre de Cristo.  Este es el momento en verdad culminante de la celebración de la Eucaristía.  Después de que Cristo se nos ha dado como palabra salvadora, ahora, desde su existencia de Resucitado, se quiere hacer nuestro alimento para el camino de nuestra vida terrena y como garantía de la eterna.
La comunión tiene a la vez sentido vertical, de unión eucarística con Cristo, y horizontal, de sintonía con la comunidad eclesial.  Por eso la "excomunión" significa también la exclusión de ambos aspectos. El Misal (IMGR 56) invita a una realización lo más expresiva posible de la comunión eucarística:
  1. con una oración o un silencio preparatorio, por parte del presidente y de la comunidad;
  2. una procesión desde los propios lugares hacia el ámbito del altar,
  3. mientras se canta un canto que une a todos y les hace comprender más en profundidad el misterio que celebran,
  4. la invitación oficial a acercare a la mesa del Señor: "Este es el Cordero de Dios", invitación que apunta al banquete escatológico del cielo ("dichosos los invitados a la Cena del Cordero"),
  5. la mediación de la Iglesia en este gesto central (no "coge" la comunión cada uno, sino que la recibe del ministro),
  6. con un diálogo que ahora ha vuelto a la expresiva sencillez de los primeros siglos ("el Cuerpo de Cristo.  Amén", "la Sangre de Cristo, Amén")
  7. con pan que aparezca como alimento, consagrado y partido en la misma Misa, para significar también la unidad fraterna de los que participan del mismo sacrificio de Cristo,
  8. recibido en la mano o en la boca, a voluntad del fiel, allí donde los Episcopados lo hayan decidido (en España desde el 1976, en Italia desde 1989, en México desde 1978),
  9. a ser posible también participando del vino, que expresa mejor que Cristo nos hace partícipes de su sacrifico pascual en la cruz y de la alegría escatológica, y
  10. con unos momentos de interiorización después de la comunión. Casos especiales son el de la primera comunión, en la que los cristianos participan por primera vez plenamente de la celebración eucarística de la comunidad: no sólo en sus oraciones, lecturas y cantos, sino también en el Cuerpo y Sangre de Cristo. 
Tiene especial sentido la Comunión llevada a los enfermos, ahora eventualmente por medio de los ministros extraordinarios de la comunión, a ser posible como prolongación de la celebración comunitaria dominical.  Particular relieve merece la comunión que se recibe como viático, en punto de muerte.
Y finalmente, la comunión recibida fuera de la Misa, caso repetido sobre todo en lugares donde no pueden participar diaria ni siquiera dominicalmente de la Eucaristía completa, pero sí escuchar la palabra, orar en común y comulgar, en las condiciones que establecen el "Ritual del culto y de la comunión fuera de la Misa" (1973) y la instrucción "Inmensae cariatis" (1973).  Respecto a repetir la comunión el mismo día, según el Código de Derecho Canónico (c. 917), "quien ya ha recibido la santísima Eucaristía puede de nuevo recibirla el mismo día solamente dentro de la celebración eucarística en la que participe", norma que ha recibido la interpretación oficial de que se puede hacer "una segunda vez".
COMER EL PAN: 

Juntamente con el "beber", el "comer" es el gesto central de la Eucaristía cristiana. Si el Antiguo Testamento empieza con el "no coman" del Génesis, en el Nuevo Testamento escuchamos el testamento: "tomen y coman".  Y si entonces la consecuencia era: "el día que comas de él, morirás", ahora la promesa es la contraria: "el que come...  tiene vida eterna".
El comer, ya humanamente, tiene el valor del alimento y la reparación de las fuerzas.  Pero a la vez tiene connotaciones simbólicas muy expresivas: comer como fruto del propio trabajo, comer en familia, comer con los amigos, comer en clima de fraternidad, comer con sentido de fiesta. En el contexto cristiano de la Eucaristía, el comer tiene igualmente varios sentidos.  Al comer el pan, estamos convencidos de que nos alimentamos con el Cuerpo de Cristo.  Su palabra ("esto es mi Cuerpo") sigue eficaz y su Espíritu es el que ha dado a ese pan que hemos depositado sobre el altar su nueva realidad: ser el Cuerpo del Señor glorificado, que ha querido se nuestro alimento.  Este es el primer sentido que Cristo ha querido dar a la comida eucarística: "mi carne es verdadera comida".  El es el "viático", el alimento para el camino de los suyos. 
También hay otros valores y gracias que Cristo expresa en el evangelio con este simbolismo de la comida: el perdón, la alegría del reencuentro, la fiesta, la plenitud y la felicidad del Reino futuro. Basta recordar la parábola del hijo pródigo, acogido en casa con una buena comida; o la de las bodas del rey; o la multiplicación de los panes y peces en el desierto, o la expresiva presencia de Jesús en comidas en casa de Zaqueo, de Mateo, del fariseo, de Lázaro.  Y las comidas de Jesús con sus discípulos, tanto antes como después de la Pascua, que ellos recordarán muy a gusto. (Cf Hech 10,40).
Además, Pablo entenderá la comida como símbolo de la fraternidad eclesial.  el pan de la Eucaristía, además de unirnos a Cristo, participando de su Cuerpo, es también lo que construye la comunidad: "un pan y un cuerpo somos, ya que participamos de un solo Pan" (1 Cor 10,16-17).  "Comer con" por ejemplo con los cristianos procedentes del paganismo, es un signo expresivo y favorecedor de la unidad de todos en la Iglesia, sea cual sea su origen (Cf la discusión entre Pablo y Pedro en Hech 11,3 y Gál 2,12).
PARTIR EL PAN 
El origen de este gesto en nuestra Eucaristía lo conocemos todos. La cena judía, sobretodo la pascual, comenzaba con un pequeño rito: el padre de familia partía el pan para repartirlo a todos, mientras pronunciaba una oración de bendición a Dios. 

Este gesto expresaba la gratitud hacia Dios y a la vez el sentido familiar de solidaridad en el mismo pan. Muchos hemos conocido cómo en nuestras familias el momento de partir el pan al principio de la comida se consideraba como un pequeño pero significativo rito.  Como el que se hace solemnemente cuando unos novios parten el pastel de bodas y los van repartiendo a los comensales que los acompañan.
Cristo también lo hizo en su última cena: "Tomó el pan, dijo la bendición, lo partió y se lo dio...". Más aún: fue este el gesto el que más impresionó a los discípulos de Emaús en su encuentro con Jesús Resucitado. "Le reconocieron al partir el pan". Y fue este el rito simbólico  que vino a dar nombre a toda la celebración Eucarística en la primera generación.
Primer significado de este gesto: el Cuerpo "entregado roto" de Cristo 
La fracción del pan puede tener, ante todo, un sentido de cara a la Pasión de Cristo. El pan que vamos a recibir es el Cuerpo de Cristo, entregado a la muerte, el Cuerpo roto hasta la última donación, en la Cruz. En el rito bizantino hay un texto que expresa claramente esta dirección: "se rompe y se divide el Cordero de Dios, el Hijo del Padre; es partido pero no se disminuye: es comido siempre, pero no se consume, sino que a los que participan de él, los santifica".
Segundo significado: Signo de la unidad fraterna
El Misal Romano explica:

 "por la fracción de un solo pan se manifiesta la unidad de los fieles" (IGMR 48)
"el gesto de la fracción del pan que era el que servía en los tiempos apostólicos para denominar la misma Eucaristía, manifestará mejor la fuerza y la importancia del signo de la unidad de todos en un solo pan y de la caridad, por el hecho de que un solo pan se distribuye entre hermanos" (IGMR 283). 

LOS GOLPES DE PECHO
Gesto penitencial y de humildad. Es uno de los gestos más populares al menos en cuanto a expresividad.
Así describe Jesús al publicano (Lc 18, 9-14). El fariseo oraba de pie: "no soy como los demás"... "En cambio el publicano no se atrevía ni a alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo: Oh Dios, ten compasión de mí, que soy un pecador".
Cuando para el acto penitencial al inicio de nuestra Eucaristía elegimos la fórmula "Yo confieso", utilizamos también nosotros el mismo gesto cuando a las palabras "por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa" nos golpeamos el pecho con la mano. 

Y es también la actitud de la muchedumbre ante el gran acontecimiento de la muerte de Cristo: "y todos los que habían acudido a aquel espectáculo, al ver lo que pasaba, se volvieron golpeándose el pecho..." (Lc 23,48)

ARRODILLARSE
Estar de rodillas es una actitud de humildad. Expresa arrepentimiento y penitencia. Nos recuerda a Pedro cayendo de rodillas y exclamando: "Apártate de mí, Señor, que soy un pecador" (Lucas 5,8). Pero el cristiano se arrodilla ante Dios precisamente porque el es Dios, el único Señor del universo. Es un signo de Adoración que da a la oración un acento muy particular. (Haga la prueba de arrodillarse, inclinar la cabeza y juntar las manos en actitud de súplica...)
Este sentido de adoración tiene hacer la genuflexión cuando entramos en la iglesia o delante del sagrario (allí donde hay una lamparita encendida para señalar que está Jesús presente en la Eucaristía).
San Pablo se refiere a esta actitud en Efesios 3,14: "Doblo mis rodillas delante del Padre de quien procede toda paternidad" y el mismo Jesús "puesto de rodillas" oró durante su agonía en Getsemaní (Mt. 26,39).
PONERSE DE PIE
Es la postura más usada en la Misa. Al orar de pie los cristianos "significamos" nuestra dignidad de hijos de Dios. Como tenemos en nosotros el Espíritu que nos hace exclamar "Abba", "nos atrevemos" a llamar a Dios "Padre" y estar de pie delante de él. Es una actitud de cariñosa confianza hacia Dios a quien vemos, sobre todo, como Padre.
Es una actitud que indica "prontitud", estar disponible, preparado para la acción. Por tanto indica decisión y voluntad para seguir al Señor. Desde el comienzo fue la actitud general de los cristianos: orar de pie, con los brazos extendidos (o levantados) y mirando hacia el oriente (a la salida del sol).
Es también señal de alegría. Durante el primer milenio, los cristianos tuvieron prohibido arrodillarse en la liturgia de los domingos, pues -como sabemos- el día del Señor conmemora la Pascua, la Resurrección de Jesús.
Así como la muerte es "estar postrado", la resurrección es un levantarse, un "volver a estar de pie". Por eso esta postura manifiesta también nuestra fe en Jesús resucitado.
EL SACERDOTE SE LAVA LAS MANOS ANTES DE LA CONSAGRACIÓN
Lo hace como gesto de purificación. El sacerdote se lava las manos para pedirle a Dios que lo purifique de sus pecados.
LAS GOTAS DE AGUA EN EL VINO
Con este signo el sacerdote le pide a Dios que una nuestras vidas a la suya. AI momento de preparar sobre el Altar el pan y el vino "el Diácono u otro ministro, pasa al sacerdote la panera con el pan que se va a consagrar; vierte el vino y unas gotas de agua en el cáliz.." (Misal Romano Nº 133).  El instante en que se echa el agua se acompaña con una oración que se dice en secreto: "El agua unida al vino sea signo de nuestra participación en la vida divina de quien ha querido compartir nuestra condición humana.
San Cipriano, a mediados del siglo II, escribió sobre este gesto litúrgico, lo siguiente:
"en el agua se entiende el pueblo y en el vino se manifiesta la Sangre de Cristo. Y cuando en el cáliz se mezcla agua con el vino, el pueblo se junta a Cristo, y el pueblo de los creyentes se une y junta a Aquel en el cual creyó. La cual unión y conjunción del agua y del vino de tal modo se mezcla en el cáliz del Señor que aquella mezcla no puede separarse entre sí. Por lo que nada podrá separar de Cristo a la Iglesia (...) Si uno sólo ofrece vino, la Sangre de Cristo empieza a estar sin nosotros, y si el agua está sola el pueblo empieza a estar sin Cristo. Más cuando uno y otro se mezclan y se unen entre sí con la unión que los fusiona, entonces se lleva a cabo el sacramento espiritual y celestial" (Carta Nº 63, 13).

Este material es cortesía de: Centro de Pastoral Litúrgica de Barcelona http://www.cpl.es 
Extractos del Libro " Gestos y Símbolos" del P. José Aldazabal



¿Qué se usa o necesita para la Celebración Eucarística?

ALTAR:  Es la mesa en que el Sacerdote consagra el pan y el vino
LOS LIBROS: Con las oraciones (misal) y las lecturas (leccionario)
EL AMBÓN: Es el lugar desde donde se proclama la Palabra de Dios (en la Biblia)

PAN Y VINO: La Misa siempre es la conmemoración (=hacer actual) de lo que Jesús hizo en la última cena con sus discípulos antes de morir. El pan que se usa tiene forma de obleas -hostias-

VASOS SAGRADOS: Cáliz, copón y patena

LAS VINAJERAS:  Son unas botellas de vidrio: una tiene vino y la otra agua

EL SACERDOTE: Es la persona que hace presente a Jesús y actúa en su nombre

ASAMBLEA: La primera realidad visible de la liturgia es la comunidad reunida, la asamblea cristiana. En griego esta congregación de fieles se llama "synaxis".  La palabra "asamblea" viene del latín "assimulare", "juntar", de "simul", "a la vez".
Ya en el Antiguo Testamento se dieron de modo muy significativo las grandes 
asambleas del pueblo de Israel, como en Ex 19-24, 1 Re 8 y Neh 8-9. En el Nuevo Testamento la convocatoria se produce en torno a Cristo Jesús y se llama sobre todo "Iglesia", "Ekklesia", pueblo congregado, y desde la primera generación es una realidad importante en el conjunto de la vida cristiana.  Sobre todo en la convocatoria de la Eucaristía dominical.
La motivación no sólo es pedagógica, sino mas bien teológica: "En la celebración de la Misa los fieles forman la nación santa, el pueblo adquirido por Dios, el sacerdocio real" (IGMR 62).

Cristo prometió: "Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos" (Mt 18, 20); esta es la razón fundamental de la dignidad de la asamblea litúrgica; es signo eficaz de la presencia de Cristo.  A la vez es la realización concentrada de toda la Iglesia: "En la asamblea que se congrega para la Misa...se hará visible la Iglesia constituida en su diversidad de órdenes y misterios" (IGMR 58; Cf IGMR 257). Además la misma asamblea es la que, bajo la presidencia del ministro que la completa en nombre de Cristo, celebra la Eucaristía: " En la Misa o Cena del Señor, el pueblo de Dios es convocado, bajo la presencia del sacerdote, que hace presente a Cristo en persona, para celebrar el memorial del Señor o sacrificio eucarístico" (IGMR 7).

Por eso, al reformar las celebraciones sacramentales, y también la Liturgia de las Horas, se ha tomado como uno de los criterios fundamentales el favorecer por todos los medios la participación activa por parte de toda la asamblea reunida, cuidando de modo especial lo más propio de ella; la escucha atenta, la oración y el canto en los momentos oportunos, las acciones sacramentales en las que participa, las exclamaciones y diálogos, etc.




VESTIMENTAS Y COLORES

¿Por qué y para qué los diversos colores en la celebración litúrgica?
El color como uno de los elementos visuales más sencillo y eficaces, quiere ayudarnos a celebrar mejor nuestra fe. Su lenguaje simbólico nos ayuda a penetrar mejor en los misterios celebrados:
 "La diversidad de colores en las vestiduras sagradas tiene como fin expresar con más eficacia, aún exteriormente tanto las características de los misterios de la fe que se celebran como el sentido progresivo de la vida cristiana a lo largo del año litúrgico." (Misal romano - IGMR 307)
Los colores actuales de nuestra celebración:
Actualmente el Misal (IGMR) ofrece este abanico de colores en su distribución del Año Litúrgico:

a) Blanco: 
Es el color privilegiado de la fiesta cristiana y el color más adecuado para celebrar:
-La Navidad y la Epifanía
-La Pascua en toda su cincuentena
-Las Fiestas de Cristo y de la Virgen, a no ser que por su cercanía al misterio de la Cruz se indique el uso del rojo. -Fiestas de ángeles y santos que no sean mártires.
-Ritual de la Unción
-Unción y el Viático

b) Rojo:Es el color elegido para:
-La celebración del Domingo de Pasión (Ramos) y el Viernes Santo, porque remite simbólicamente a la muerte martirial de Cristo.
-En la Fiesta de Pentecostés, porque el Espíritu es fuego y vida.
 

-Otras celebraciones de la Pasión de Cristo, como la fiesta de la Exaltación de la Cruz.
-Las fiestas de los Apóstoles, Evangelistas y Mártires, por su cercanía ejemplar y testimonial a la Pascua de Cristo.
-La Confirmación (Ritual Nº 20) se puede celebrar con vestiduras rojas o blancas apuntando al misterio del espíritu o a la fiesta de una iniciación cristiana a la Nueva Vida.

c) Verde:El verde como color de paz, serenidad, esperanza se utiliza para celebrar el Tiempo Ordinario del Año Litúrgico. El Tiempo ordinario son esas 34 semanas en las que no se celebra un misterio concreto de Cristo, sino el conjunto de la Historia de la salvación y sobre todo el misterio semanal del Domingo como Día del Señor. 

d) Morado:Este color que remite a la discreción, penitencia y a veces, dolor, es con el que se distingue la celebración del 
-Adviento y la Cuaresma
-las celebraciones penitenciales y las exequias cristianas.
e) Negro:Que había sido durante los siglos de la Edad Media el color del Adviento y la Cuaresma, ha quedado ahora mucho más discretamente relegado: queda sólo como facultativo en las exequias y demás celebraciones de difuntos.

f) Rosa:El color rosa, que no había cuajado en la historia para la liturgia, queda también como posible para dos domingos que marcan el centro del Adviento y la Cuaresma: el domingo "Gaudete" (3º de Adviento)  y el domingo "Laetare" (4º de Cuaresma). 


g) Azul:
Con sus resonancias de cielo y lejanía es desde el siglo pasado un color privilegiado para celebrar en España la solemnidad de la Inmaculada, aunque en el misal romano no aparezca.


VESTIMENTA

ALBA: Del latín "alba", "blanca".  Es el vestido que se considera básico de todos los ministros que se revisten para la celebración litúrgica, desde los acólitos hasta el presidente (Cf IGMR n.298).
Deriva de las túnicas antiguas, blancas, hasta los pies, que se perdieron en el uso civil, pero que se consideró que podían utilizarse simbólicamente en el culto, destacando con el vestido diferente de los ministros la diferencia entre la vida y la celebración.
El alba se utiliza con cíngulo a la cintura, a no ser que ya quede por sí bien adherida al cuerpo, y con ámito sobre el cuello, a no ser que ya lo haga el alba por su forma (Cf IGMR nn.81 y 298)
También tiene un sentido bautismal esta vestidura blanca.  El domingo segundo de Pascua, o sea, en la octava de Pascua, se solía deponer el "alba", el vestido blanco que habían recibido los neófitos en su Bautismo una semana antes.  Por eso este domingo se llamó "dominica post albas", y más tarde "dominica in albis".

ÁMITO: En latín "amictus", de "amicio, amicire", rodear, envolver. Se llama así a la pieza de lienzo blanco, rectangular, a modo de pañuelo de hombros, que visten los ministros de la liturgia debajo del alba. Se ata a la cintura con unas tiras o cintas cruzadas.
A veces tiene forma de capucha, adornada o no con cruces u otros motivos, que luego sobresale por encima de los otros vestidos (alba y casulla).
Puede tener la finalidad práctica de preservar del sudor al alba. Pero sobre todo se aprecia su valor estético: cubrir más elegantemente el cuello.  Por eso se puede prescindir del ámito si ya el alba cuida de esta estética por su forma (Cf IGMR, n.81



CAPA PLUVIAL: La capa (del latín tardío "cappa", de "capere", coger, contener) es una ropa larga sin mangas, a modo de manteo o manto, circular, abierta, que se emplea sobre todo fuera de casa.
Los obispos pueden vestir la "capa magna" en las solemnidades en su diócesis.  Pero la capa más empleada en liturgia es la capa pluvial (de lluvia), que diversos ministros (presbíteros, clérigos, monjes) visten, con capucha o sin ella, con un broche en la parte delantera.  Lo hacen sobre todo en procesiones, dentro o fuera de iglesia, y en otras celebraciones como el Oficio Divino, la bendición con el Santísimo o la bendición de las campanas.

CASULLA: Del latín "casula", "casa pequeña" o tienda.  Se dice de la vestidura que el sacerdote se reviste por encima del alba y la estola, a modo de capa o manto amplio, abierta por los lados y un hueco para la cabeza, a modo de poncho americano.
En la historia ha tenido formas nobles y amplias, derivadas del manto romano llamado "pénula".  En una evolución no muy feliz se llegó a formas más decadentes, como la "casulla de guitarra" que todos hemos conocido y contra la que ya protestaba san Carlos Borromeo.  La llamada "casulla gótica" no era tal, sino que intentaba recuperar precisamente la amplitud de la forma original romana.
La casulla es la que caracteriza al que preside la Eucaristía y las celebraciones unidas a ella (IGMR 299).  En la ordenación del presbítero uno de los gestos complementarios es la vestición de la casulla.  Los concelebrantes en principio son invitados también a revestirse de casulla, pero se permite que por motivos razonables puedan vestir sólo alba y estola (Cf IGMR 161).

CÍNGULO: La palabra latina "cingulum" viene de "cingere", ceñir.  El cíngulo o ceñidor es un complemento necesario para ciertos vestidos amplios como la túnica o el alba, para ceñirlos mejor a la cintura y facilitar el movimiento.
A veces tiene forma de cordón y otras de cinta más o menos ancha. Los orientales usan la "zona", más adornada y colorista.  Los ministros que usan alba y se ponen el cíngulo, a no ser que ya de otro modo, por la forma misma del alba, se provea a su estética y funcionalidad (IGMR 81.298).


Simbolismo de las vestimentas litúrgicas


LOS SACERDOTES
Con su simbolismo enseñan  a  proveerse de armas espirituales en el combate contra el espíritu del mal. Como dijo el apóstol: Las armas de nuestra milicia no son materiales, pero sí poderosas  para derribar lo que se le opone. A la par de la reina, adecuadamente ceñida de sus diversos ornamentos, el sacerdote adornado exteriormente con las vestimentas sagradas, debe  cuidar que su interior, su alma, esté revestida de buenas costumbres, según lo escrito:  Que los sacerdotes estén revestidos de justicia.
Que se coloque al principio el amito como un casco de salvación y que descienda sobre sus hombros. Esto indica que no debe adormecerse en la ociosidad sino consagrarse fortalecido a las buenas obras  y, además, demuestra que deberá tomar  para sí las cargas. Que ligue los cordones del amito sobre el pecho, recordando que esta acción a punto de comenzar, que es buena por su intención  y el objeto perseguido, se lleve a cabo  según el querer de Dios.
A continuación el sacerdote adaptará convenientemente el alba e torno a su pecho, para evitar las superfluidades en su vida y costumbres. Que el alba sea blanca, resplandeciente por la pureza de sus obras; amplia  para la justicia, a fin de dar a cada uno lo que es debido; sus riñones sean ceñidos por un cordón, para que comprometido en el camino estrecho, no caiga en la lujuria y que no se sienta entorpecido por la embriaguez y la glotonería.
Para volver a encontrar la vestimenta de la alegría y la inmortalidad, y llevar con paciencia el yugo del Señor, poniendo la estola sobre el cuello, que lleve con paciencia el yugo del Señor: es por la paciencia que se posee el alma. Que esté atento a su derecha y a su izquierda, así como él debe  estar fortalecido en ambos lados con las armas de la justicia, y sea exaltado por la prosperidad o abatido por la adversidad.
En el brazo izquierdo donde coloca el manípulo o  pañuelo, una vez rechazadas la languidez  y cansancio de la vida presente, que pueda enjugar, en cierto sentido, el sudor  de su espíritu con el lienzo de la vigilancia  y sacuda la torpeza de su corazón. Los ministros del Señor no deben desanimarse ante el trabajo:  tengan siempre presente en el espíritu, que luego volverán  alegremente cargando sus manojos (manipulus).
Por último se reviste de la casulla que es la vestimenta nupcial, designa a la caridad  y cubre la multitud de los pecados. El sacerdote debe desbordar de caridad, extendiendo los dos brazos, en gesto de amor, a derecho e izquierda, hacia Dios y hacia el prójimo. Y así adornado de todas las virtudes, por sobre ellas ponga  el lazo de una perfecta caridad. De esta manera, con la gracia del Señor, podrá obtener lo que pide.


LOS OBISPOS
Sus pies calzan sandalias para preparar el evangelio de la paz, según está escrito: Que sean hermosos los pies  de aquellos que anuncian  el evangelio de la paz. Las suelas por debajo de las sandalias, es para que no se ensucien con las cosas de la tierra. Por encima el cuero tiene una abertura como ventana, para que  abran los ojos del corazón al conocimiento de las realidades celestiales.
Debe estar esa abertura  significando la conveniencia  de revelar a algunos los secretos del cielo, y mantenerlos ocultos en parte, a otros.
Usan también caligas apretadas en torno a las rodillas, pues quien predica a los demás, debe conducir sus pasos  por caminos rectos  y afirmar sus rodillas vacilantes. El obispo  reviste sobre el alba, una larga túnica llamada toga que significa la perseverancia de los prelados. Las demás virtudes corren la carrera; sólo la perseverancia recibe el premio.
Sobre la túnica se coloca la dalmática. La amplitud de las mangas recuerdan  la liberalidad: que el prelado no tenga la mano extendida para recibir y cerrada para dar, él que debe abundar en obras de misericordia y tender sus manos para ponerlas a disposición de los presentes. Es por ello que los diáconos, elegidos por los apóstoles para el servicio de la mesa, usan dalmática. Por lo común, esta prenda tiene franjas en su parte izquierda, según la palabra:  aquel que conduce a sus hermanos, que se cuide de vigilarlos.
Que el obispo tenga guantes en las manos, según lo escrito: Cuidad de no hacer buenas obras delante de los hombres, para ser vistos. Si es lícito que se hagan públicamente, la intención debe quedar oculta, a fin que la mano izquierda ignore lo que hace la derecha.
Que tenga la mitra en la cabeza, pues quiere decir que lleva la ciencia de ambos Testamentos, así como el rostro de Moisés mostraba  haces luminosos sobre su cabeza. Con los cuernos de los Testamentos, el obispo debe combatir a los enemigos de la Iglesia.
Que tenga un anillo en el dedo, para que pueda decir por la voz de la esposa: "Nuestro Señor Jesucristo  ha puesto el anillo como signo de alianza" No sólo deberá llevarlo como muestra de fidelidad, sino principalmente  para demostrar que  vela para dar a Cristo como único esposo, a las almas que le fueron encomendadas. Dice el apóstol:  Yo os ligué a mi esposo  para presentaros a Cristo como virgen pura.
Que lleve en la mano el bastón pastoral o báculo para corregir, sostener y empujar. Es recto  en su parte vertical para dirigir y sostener a los débiles; y es curvo en su parte superior  para atraer a los pecadores  y reunir a lo que erran:  "Juntad, sostened, estimulad  al indeciso, al enfermo, al perezoso".
Los arzobispos, además, llevan sobre sus vestimentas un collar de lana blanca (Palio), de forma circular que rodea  pecho y espaldas. La lana es la aspereza de la reprensión a los rebeldes; el color blanco, la benevolencia hacia los humildes y penitentes, pues el prelado debe mostrar rostro de león  y cara de hombre. La forma circular que encierra los hombros es el temor del Señor, por quien las obras se cierran a fin de que su perfume cubierto no se vaya desvaneciendo, como sucede si se descuidan las pequeñas  cosas que, poco a poco, se cae en las grandes.
El palio (Pallium) tiene cuatro cruces situadas delante y detrás, a la derecha y a la izquierda. Así el obispo debe poseer vida, ciencia, doctrina y poder. Se relaciona también con las cuatro virtudes cardinales, teñidas de púrpura  por la fe en la Pasión del Cristo. En la parte anterior se representa la justicia: el prelado debe velar para dar a cada cual lo suyo. En la parte posterior, la prudencia: el prelado debe cuidarse de dudas y pensamientos nocivos. A la izquierda, el coraje, para no sucumbir en la adversidad. A la derecha, la templanza, para no descontrolarse en la prosperidad.
Sobre el palio hay además dos rayas, una delante, en el pecho, a fin de que dedique tiempo a la contemplación, y otra sobre la espalda, para que no rehuya las cargas de la vida activa. Como Moisés que estuvo un tiempo con el Señor en la montaña  y otro tiempo en la tierra con el pueblo.
El palio es doble en la izquierda, pues es necesaria la firmeza en la vida presente, debido a sus múltiples contratiempos. Es simple a la derecha, en razón  de la quietud y uniformidad de la vida futura. Tres hebillas tiene el palio: sobre el hombro izquierdo, delante del pecho y atrás en la espalda, para que el prelado sea movido por un triple aguijón: temor a la pena, temor a la culpa y temor a la ignorancia. Que no sea herido en el pecho por la contrición y por la compasión; en el hombro izquierdo, por la paciencia ante las pruebas; en la espalda por el temor. Si el justo apenas se salvará, ¿qué no le espera al impío? La eterna beatitud no es tiempo de dolor, no tiene hebilla en el hombro derecho. La hebilla tiene el extremo dirigido hacia abajo y es de forma redonda hacia arriba: quien sufre en esta tierra por Cristo, será coronado en la vida eterna.


Vestimenta del Sumo Pontífice


Mitra: Es la prenda de tela para la cabeza, alta y apuntada que visten los obispos en las grandes solemnidades y en las misas. Hasta el siglo X, era una simple banda de oro con la que los obispos se ceñían la cabeza; ahora es una especie de gorro con dos picos en la parte superior y dos tiras de la misma tela que cuelgan por la espalda. Es un ornamento de honor y una señal de poder.Báculo: Es el símbolo más antiguo de la autoridad y, en el obispo, proclama al padre, al juez y al pastor.Casulla: Es la vestidura que se pone el obispo sobre las demás prendas. Consiste en una pieza alargada con una abertura en el centro para pasar la cabeza. Es el símbolo de caridad, que hace dulce y suave el yugo de Jesucristo.
Se usan en diferentes colores.
AlbaEs una amplia túnica que cubre al celebrante de arriba a abajo y se sujeta a la cintura con un cíngulo, simboliza la pureza del corazón que el sacerdote ha de llevar al altar.

¿Cuáles son las insignias propias de un PAPA?
La Sotana Blanca.
La Banda de Seda Blanca, adornada con el Escudo Papal.
El Solideo Blanco en la cabeza.
El Anillo del Pescador. (Pastor Supremo de la Iglesia).
El Pectoral. (Un crucifijo de oro en el pecho, sobre la Sotana Blanca).
La Capa Roja.
Las Sandalias color Vino.
La tiara: Mitra alta ceñida por 3 coronas.





PREGUNTAS FRECUENTES

¿Por qué la Misa es los Domingos?
Jesus resucitó el primer día de la semana, al día siguiente del sabbat (sábado). Por eso los cristianos nos reunimos ese día con Jesús.Con el tiempo llegó a llamarse el día del Señor, en latín "dies dominicus". De ahí viene nuestra palabra domingo. 

¿Por qué es necesario que haya un sacerdote para la celebración de la Misa?
Porque él ha recibido la misión de hacer presente a Jesús en la reunión de los cristianos. Él preside la celebración de la Cena del Señor, en nombre de Jesucristo.

¿Por qué se hace una colecta?
Los cristianos colaboramos con los gastos del templo y ayudamos a los necesitados.

¿Por qué algunas personas no comulgan?
Antes de comulgar por primera vez, los niños y los adultos bautizados reciben una preparación que les ayuda a creer firmemente en la presencia real de Jesús en el pan y el vino consagrados. Si no han recibido esa preparación, no van a entender lo que están haciendo. (También cuando se está en pecado mortal no se puede comulgar).




QUE SIGNIFICA? :

ALELUYA:
 Esta palabra hebrea significa: "que viva Dios, hay que darle gracias y alabarlo".

 AMÉN: La palabra la hemos heredado, sin traducirla, del hebreo, y significa "firme, seguro, estable, válido".  Por eso se convirtió ya en el Antiguo Testamento en la aclamación con la que alguien, sobre todo la comunidad manifestaba su asentimiento y aceptación de lo que se ha dicho o propuesto. Con esta palabra se acaban las oraciones, bendiciones, promesas, alianzas.  Simbólicamente se llama al mismo Dios "Dios del Amén" (Is 65,16), y en el Nuevo Testamento se afirma de Cristo Jesús que es tanto el Amén de Dios a la humanidad como el de la humanidad a Dios: "en Cristo sólo ha habido si: todas las promesa hechas por Dios han tenido su sí en él, y por eso decimos por él amén a la gloria de Dios" (2 Co 1, 19-20).  Al mismo Cristo se le define como "el Amén":"Así habla el Amén, el testigo fiel y veraz" (Apoc 3, 14).Desde siempre se ha pronunciado el Amén en la liturgia cristiana, por ejemplo después de las oraciones.  Como decía san Agustín, "el amén de ustedes es su firma (suscriptio), su asentamiento (consensio) y su compromiso (adstipulatio)" (Sermón contra los pelagianos, 3). 
Hay dos momentos en que el Amén tiene particular sentido.  Ante todo como conclusión de la Plegaria eucarística.  La comunidad subraya diciendo, o mejor, cantando, el Amén a lo que el que preside ha proclamado en su nombre. También en la comunión, cuando el ministro dice "El Cuerpo de Cristo" o "La Sangre de Cristo", el que recibe la comunión contesta "Amén", reafirmando así su profesión de fe en este momento privilegiado.

ANTIFONA, ANTIFONARIO: Viene de la palabra griega "antifoné", sonido o canto contrario; designaba al principio un estilo de salmodia en el que dos coros alternan en su rezo o canto, estilo llamado por tanto "antifónico".Luego se ha llamado antífona a otras realidades.  En la Eucaristía los cantos de entrada, ofertorio y comunión se llaman también en el Misal "antífonas".  Lo mismo sucede en Completas con el canto mariano final.Pero sobre todo se da este nombre a las breves frases que se dicen o cantan antes y después del Salmo, en el Oficio divino.  A veces estas frases están tomadas del mismo Salmo (destacando así una idea más oportuna para el tiempo o la fiesta), otras veces son pensamientos bíblicos o del mismo evangelio (que así dan color cristiano al rezo del Salmo), mientras que otras son frases que se aluden a la teología de la fiesta o a las características del santo que se celebra.En la oración de la comunidad cristiana estas antífonas han gozado siempre de aprecio, sobre todo cuando se cantan, y han mostrado una eficacia notable para hacer más viva la participación del pueblo en el rezo de los Salmos.  "Las antífonas ayudan a poner de manifiesto el género literario del Salmo, lo transforman en oración personal, iluminan mejor alguna frase digna de atención y que pudiera pasar inadvertida, proporcionan a un determinado Salmo cierta tonalidad peculiar según las diversas circunstancias; más aun, siempre que se excluyan acomodaciones chocantes, contribuyen en gran medida a poner de manifiesto la interpretación tipológica o festiva, y pueden hacer agradable y variada la recitación de Salmos" (IGLH 113).

ANTIGUO TESTAMENTO: Una de las novedades más significativas de la nueva liturgia postconciliar ha sido el lugar mucho más significativo que se le ha dado a la proclamación del Antiguo Testamento.En el ciclo ferial de la Eucaristía (de dos años) y en el Leccionario (sobre todo el bienal) del oficio de Lecturas, se incluyen largas selecciones del mismo en lectura (semi) continuada.  También las primeras lecturas de la Eucaristía dominical se toman del Antiguo Testamento, excepto en la Cincuentena Pascual.  En el caso de los domingos el Antiguo Testamento se "compone armónicamente con el evangelio" (OLM 67), mientras que en la lectura continuada de las ferias y en el oficio de Lecturas se seleccionan sus libros por si mismos, para seguir con ellos la dinámica de la historia de la Salvación. Así se ayuda a entender el misterio de la salvación en Cristo también en su perspectiva de Historia, que abarca en un único movimiento la preparación del laurel y el tiempo de la Iglesia, centrados ambos en el acontecimiento de Cristo.  "En la liturgia la Iglesia sigue fielmente el mismo sistema que usó Cristo en la lectura e interpretación de las Sagradas Escrituras, puesto que él exhorta a profundizar el conjunto de las Escrituras partiendo del hoy de su acontecimiento personal" (OLM 3; Cf Lc 4, 16-21; 24, 5-35.44-49).  Con la distribución de las lecturas pensada para los domingos (Antiguo Testamento, Nuevo Testamento y Evangelio) "se pone de relieve la unidad de ambos Testamentos y de la Historia de la Salvación, cuyo centro es Cristo contemplado en su Misterio Pascual" (OLM 66).El Antiguo Testamento nos ayuda a entender el Nuevo Testamento. Las categorías de la salvación en Cristo están tomadas de la herencia de Israel: Pascua, memorial, Mesías, profetas, el Siervo.Como decía san Agustín, en el Antiguo Testamento está latente ("latet") ya el Nuevo, y en el Nuevo se hace patente ("patet") el Antiguo (Cf DV 16 y OLM 5).  Esto vale para entender el misterio de Cristo y también para lección de nuestra vida cristiana.  La historia de Israel y la nuestra son continuación de una misma actuación salvadora de Dios, aunque con la esencial evolución de haberse cumplido en Cristo el tiempo de la plenitud.

AÑO LITÚRGICO: Se llama "Año Litúrgico" o "Año Cristiano" a la especial organización del año como celebración progresiva del misterio de Cristo: "La Iglesia considera deber suyo celebrar con un sagrado recuerdo, en días determinados a través del año, la obra salvífica de su divino Esposo...En el círculo del año desarrolla todo el misterio de Cristo, desde la Encarnación y la navidad hasta la Ascención y Pentecostés y la expectativa de la dichosa esperanza y venida del Señor" (SC 102).El comienzo y el ritmo de este Año Litúrgico es distinto al año civil, o del escolar, o del comercial.  Comienza ahora en el primer domingo de Adviento, en la liturgia romana.  En el pasado ha habido épocas y familias litúrgicas que más bien lo iniciaban en primavera o en otoño.

ATRIO: El atrio, del latín "atrium", indica el pórtico o espacio previo, a veces rodeado de columnas, de los edificios, sobre todo los palacios y las basílicas. Equivale al griego "narthex". En los textos del Antiguo Testamento resuena con frecuencia la alusión a los atrios del Templo de Jerusalén: "Entren en sus atrios trayéndole ofrendas, póstrense ante el Señor en el atrio sagrado" (Sal 95, 8-9).A veces el atrio equivale al templo mismo, en sentido simbólico: "Vale más un día en tus atrios que mil en mi casa" (Sal 83, 11). Litúrgicamente puede tener un buen sentido pastoral el que haya un espacio intermedio entre la calle y la iglesia, una cierta separación pedagógica, que de algún modo "defienda" el espacio interior como espacio de silencio y oración, y a la vez sea lugar de reunión, saludo o despedida, antes y después de la celebración

BENEDICTUS: El "Benedictus" es un cántico que Lucas pone en labios de Zacarías, padre de Juan Bautista, y que nosotros cantamos cada día en Laudes. El Benedictus, como el Magnificat, "expresa la alabanza y acción de gracias por la obra de la salvación" (IGLH 50).  Está lleno de citas, explícitas o implícitas, del Antiguo Testamento, anunciando que Dios cumple ahora, con el Mesías, lo prometido, "según lo había predicho por boca de sus santos profetas", "realizando la misericordia que tuvo con nuestros padres". Ahora, con la plenitud de Cristo, "ha visitado y redimido a su pueblo", dándole "la salvación que nos libra de nuestros enemigos"

.BIBLIA: Es el libro sagrado de los cristianos. El Antiguo Testamento narra la Alianza que Dios hizo con el pueblo judío antes de Jesús. El Nuevo Testamento narra la Nueva Alianza que Dios hizo con todos los hombres por medio de su Hijo Jesucristo.

BREVIARIO: Breviario (del latín "brevarium") quiere decir resumen, abreviación. Tertuliano llama al Padrenuestro "brevarium totius Evangelii", "resumen de todo el Evangelio" (Ora.  I). Se ha llamado así sobre todo al volumen o volúmenes en que a partir del siglo XII se fue concentrando todo el Oficio Divino.  Hubo ya desde el siglo X una tendencia a refundir en volúmenes únicos los libros litúrgicos que antes estaban separados, pero que así podían facilitar el rezo (lecturas, oraciones, salmos, antífonas e himnos, etc.).  El Breviario completo sólo aparece a principios del siglo XIII, para uso de la Curia romana bajo el pontificado de Inocencio III, y fue difundido en seguida sobre todo por los franciscanos, que así, con un volumen más manual, sin musicalización y con lecturas más breves, podían rezar mejor desde su característica de vida itinerante.  El Breviario se adaptaba más a lo que poco a poco iba a ser el modo más frecuente de rezo, el personal, abandonado así el rezo comunitario en coro.

CATOLICA: En griego, esta palabra significa "universal": la Iglesia está abierta a todos los habitantes del universo.


CAMPANA: Es muy antiguo el uso de objetos metálicos para señalar con su sonido la fiesta o la convocatoria de la comunidad.  Desde el sencillo "gong" hasta la técnica evolucionada de los fundidores de campanas o los campanarios eléctricos actuales, las campanas y las campanillas se han utilizado expresivamente en la vida social y en el culto. Son instrumentos de metal, en forma de copa invertida, con un badajo libre. Cuando los cristianos pudieron construir iglesias, a partir del siglo IV, pronto se habla de torres y campanarios adosados a las iglesias, con campanas que se convertirán rápidamente en un elemento muy expresivo para señalar las fiestas y los ritmos de la celebración cristiana.  También dentro de la celebración se utilizaron las campanillas, a partir del siglo XIII, ahora bastante menos necesarias (IGMR 109 deja libre su uso) porque ya la celebración la seguimos más fácilmente, a no ser que se quieran hacer servir, no tanto para avisar de un momento -por ejemplo, la consagración- sino para darle simbólicamente realce festivo, como en el Gloria de la Vigilia Pascual.Los nombres latinos de "signum" o "tintinnabulum" se convierten más tarde, hacia el siglo VI, en el de "vasa campana", seguramente porque las primeras fundiciones derivan de la región italiana de Campania. Las campanas del campanario convocan a la comunidad cristiana, señalan las horas de la celebración (la Misa mayor), de oración (el Angelus o la oración comunitaria de un monasterio), diversos momentos de dolor (la agonía o la defunción) o de alegría (la entrada del nuevo obispo o párroco) y sobre todo con su repique gozoso anuncian las fiestas.  Y así se convierten en un "signo hecho sonido" de la identidad de la comunidad cristiana, evangelizador de la Buena Noticia de Cristo en medio de una sociedad que puede estar destruida.  Como también el mismo campanario, con su silueta estilizada, se convierte en símbolo de la dirección trascendente que debería tener nuestra vida.

CANON: La palabra viene del griego "kanon", que indica regla, medida, norma.  Se aplica a muchas realidades; los canones de la convivencia o del arte, los canones del Código de Derecho, los libros "canónicos" (los que la iglesia admite como revelados), las horas "canónicas" del Oficio Divino, la "canonización" de los santos, etc.En liturgia se ha aplicado a la oración central de la Eucaristía. En latín se llamó "canon actionis", en el sentido de "norma con que se desarrolla la acción"  Sacramentario Gelasiano) o "canon Missae" (Sacramentario Gregoriano).  Pero ha tenido otros nombres: anáfora, prex, y ahora sobre todo "Plegaria Eucarística", que expresa mejor su contenido.

CÁNTICO: Se llama cánticos en la Liturgia de las Horas a los cantos de la Biblia, a modo de himnos, pero que no son salmos.  Se emplean en varias horas de la alabanza de las Horas. En Laudes, entre los salmos primero y tercero se intercala, en segundo lugar, un cántico del Antiguo Testamento (Daniel, Judit, Tobías, y sobre todo Isaías), uno para cada uno de los días durante cuatro semanas.  En Vísperas, después de los dos primeros salmos, se añade -y ha sido novedad en esta última reforma- un cántico del Nuevo Testamento (Efesios, Filipenses, y sobre todo Apocalipsis), una serie de siete que se repiten cada semana, más uno de la carta de Pedro para los domingos de Cuaresma.También son cánticos los tres cantos del evangelio que se incluyen cada día en la alabanza de las Horas.  El Benedictus, el Magnificat y el Nunc dimittis, los tres tomados del evangelio de Lucas, y que son tratados en su rezo con los mismos honores que la proclamación del evangelio en la Eucaristía.  También se utilizan los cánticos para las Vigilias prolongadas (Cf IGLH 73).

CANTO: El canto (del latín "cantus, cantare") es uno de los elementos más importantes de la oración litúrgica.  Su motivación y su especificación se encuentra sobre todo en dos documentos: la instrucción "Musicam sacram", de 1967, y la introducción a la Liturgia de las Horas (1971: IGLH 267-84). El canto expresa y realiza nuestras actitudes interiores.  Tanto en la vida social como en la cúltico-religiosa, el canto no sólo expresa sino que en algún modo realiza los sentimientos interiores de alabanza, adoración, alegría, dolor, súplica.  "No ha de ser considerado el canto como un cierto ornato que se añade a la oración, como algo extrínseco, sino más bien como algo que dimana de lo profundo del espíritu del que ora y alaba a Dios" (IGLH 270).El canto hace comunidad, al expresar más validamente el carácter comunitario de la celebración, igual que sucede en la vida familiar y social como en la litúrgica.El canto hace fiesta, crea clima más solemne y digno en la oración: "nada más festivo y más grato en las celebraciones sagradas que una asamblea que toda entera, exprese su fe y su piedad por el canto" (MS 16).El canto es una señal de euforia.  El canto tiene en la liturgia una función "ministerial": no es como en un concierto, que se canta por el canto en sí y su placer estético y artístico. Aquí el canto ayuda a que la comunidad entre más en sintonía con el misterio que celebra. A la vez que crea un clima de unión comunitaria y festiva, ayuda pedagógicamente a expresar nuestra participación en lo más profundo de la celebración.Así el canto se convierte de verdad en "sacramento", tanto de lo que nosotros sentimos y queremos decir a Dios, como de la gracia salvadora que nos viene de él.
CENA DEL SEÑOR: Del latín "coena o caena" (del griego "koiné", común, comida en común). Es el nombre que, junto al de "fracción el Pan", le da por ejemplo san Pablo en 1 Cor 11,20 a lo que luego se llamó "Eucaristía" o "Misa" ("kyriakon deipnon", cena señorial, del Señor Jesús).  Es también el nombre que le da el Misal actual: "Misa o Cena del Señor" (IGMR 2 y 7).El Jueves Santo la Eucaristía con que se da inicio al Triduo Pascual es la "Misa in Coena Domini", porque es la que más entrañablemente recuerda la institución de este sacramento por Jesús en su última cena, adelantando así sacramentalmente su entrega de la Cruz.
CEREMONIA: Del latín "caerimonia o caermonia".  Se llama así a un rito, tanto en el contexto social como en el religioso, que se realiza en honor de alguien o de algo, con un tono de solemnidad ritual, más bien público y reglamentado.En todas las liturgias se habla de ceremonias: desde las del Templo de Jerusalén y las religiones paganas hasta la celebración cristiana. 
La expresión se entiende popularmente más bien referida a la forma exterior de rito y a su exactitud formal.  Pero eso no debe prejuzgar la profundidad de su estilo, que abarca tanto la fenomenología externa como la realidad invisible que sucede.  Es lo que quiere transmitir el Ceremonial de Obispos: "Las sagradas celebraciones que preside el obispo manifiestan el misterio de la Iglesia, en el cual está presente Cristo; no son, por lo tanto una mera suntuosidad de ceremonias" (n. 12).Seguimos llamando "maestro de ceremonias" al que, en colaboración con el presidente y los otros ministros, prepara y dirige la celebración (Cf IGMR 69, y sobre todo CE 34-36).

CREDO: Es una palabra latina que significa "creo". Con este nombre se designa la fórmula que expresa nuestra fe de cristianos.

CORDERO DE DIOS: En los tiempos del Antiguo Testamento, los creyentes ofrecían corderos a Dios.  A Jesús se le llama Cordero de Dios porque Él ofrece su vida a Dios.

COMUNIÓN DE LOS ENFERMOS: Algunos miembros de la comunidad cristiana, nombrados para ello pueden llevar la Eucaristía a domicilio a los enfermos. El sacerdote les confía la Hostia Sagrada en una pequeña cajita llamada "portahostias" y les encarga decirle al enfermo que todos oran por él.

CONCELEBRACIÓN: Se llama concelebración al hecho de que varios sacerdotes celebran juntos la misma Eucaristía, presididos por el celebrante principal, en contraste con lo que hasta el 1965 era uso corriente: las Misas individuales en los varios altares. Se puede llamar así a toda clase de celebración, por ejemplo de la Liturgia de las Horas, pero se suele reservar a la de la Eucaristía.  El Concilio (SC 57) decidió restaurar o ampliar el rito de la concelebración a muchos más casos de los que antes se habían conservado de los siglos anteriores.  De tal modo que ahora es ya un uso corriente cuando son varios los sacerdotes presentes.  La regulación de este rito está en su propio ritual, el "Ritus servandus in Concelebratione Missae", promulgado por primera vez en 1965 (Cf IGMR 153-208).No son fáciles de interpretar los testimonios antiguos de la concelebración tanto en la iglesia latina como en la oriental. La forma de realizarla no era la actual, porque ahora --tal vez como efecto de la espiritualidad marcadamente ministerial e individual de los sacerdotes en los últimos siglos-- se ha instaurado una celebración en la que no sólo el sacerdote principal sino también los otros dicen algunas partes de la Plegaria Eucarística. En los primeros siglos era el obispo o sacerdote principal el único que asumía el papel presidencial, subrayando así más su ministerio de signo visible y sacramental de Cristo. La decisión no se ha tomado después del Concilio, sino ya antes, con Pío XII en 1957,en una respuesta del Santo Oficio.Si se ha decidido restaurar la concelebración eucarística, no ha sido precisamente porque así se resuelve el inconveniente de la pluralidad de Misas, ni para dar solemnidad a una fiesta, sino por motivos teológico-espirituales.La concelebración expresa mejor la unidad del sacerdocio: "son muchos los sacerdotes que celebran Misa: sin embargo cada uno no es más que un ministro de Cristo, que, por medio suyo, ejerce su sacerdocio" (Euch. Myst.  47; Cír PO 7).  Pone también de relieve la unidad del sacrificio eucarístico: "puesto que todas las Misas reactualizan el único sacrificio de Cristo", "varios sacerdotes a la vez, con una sola voluntad ofrecen, realizan y al mismo participan en uno solo sacrificio por medio de un solo acto sacramental" (ibid).  Y finalmente este modo de celebración pone de relieve la unidad del Pueblo de Dios: "pues toda Misa, en cuanto celebración del sacramento con que continuamente vive y crece la Iglesia...  es acción de todo el pueblo santo de Dios, que actúa según un orden jerárquico" (ibid). La concelebración se aconseja de modo particular en ocasiones en que tiene más significación eclesial: la Misa crismal, las ordenaciones, los sínodos, la dedicación de las iglesias, y en general todas las celebraciones presididas por el obispo. 
CONFESIÓN: La palabra "confesión" viene del latín "confiteri", que a su vez proviene de "fateri" y "fari", hablar.  En griego responde sobre todo a "exomológesis".  Significa declarar, reconocer, admitir, confesar.Se puede referir a Dios (confesar la grandeza de Dios), a Cristo (dar testimonio, confesar a Cristo ante los hombres; Cf Rom 10, 10), a la fe verdadera (confesión de fe, el símbolo del Credo).  Preferentemente se usa en relación a los propios pecados: reconocer y acusar el pecado ante Dios (Salmo 32, 5; 51, 5).  A veces forma parte de la Eucaristía: el Misal llama "confesión general" al acto penitencial con que se inicia la Misa (IGMR 29).Pero sobre todo se llama confesión a la acusación de los pecados ante el ministro de la Iglesia en el sacramento de la Reconciliación penitencial.  Es uno de los "actos del penitente" en este sacramento, junto al dolor interior, el propósito y las obras de conversión. La confesión puede empezar, si se quiere, con el "yo confieso" (Ritual 18). Tal vez es el acto más característico en la sensibilidad del pueblo cristiano, de tal modo que durante siglos al sacramento se le ha llamado "confesión, ir a confesarte", tomando una parte por el todo.El "Ritual de la Penitencia" (1974) y más tarde la instrucción de los obispos españoles "Dejaos reconciliar con Dios" (1989) motivan bien, dentro del proceso penitencial, el aspecto de la confesión: una parte necesaria del camino normal de la reconciliación por parte del penitente, que, como signo de su conversión interior, reconoce su falta ante el ministro eclesial y escucha de él la absolución es nombre de Dios y de la Iglesia.  La confesión individual, complementada por la absolución, es el único modo ordinario mediante la cual los fieles que han pecado gravemente pueden reconciliarse con Dios y con la Iglesia, tanto cuando se acercan al sacramento en su forma individual como cuando lo celebran comunitariamente.Incluso en la tercera forma, cuando no pueden realizarse la confesión individual ni darse la absolución a cada uno personalmente, deben haber de momento, según el Ritual, una "confesión general", quedando para cuando se pueda realizar el proceso íntegro la confesión individual o auricular.  El Ritual (n, 35).  Describe esta confesión general: se trata de manifestar con algún signo externo la conversión interior y el deseo de recibir la absolución el "yo confieso", un canto, el Padre Nuestro, algún signo corporal como el inclinar la cabeza o arrodillarse.

CONFESIONARIO: "Confesonario" o "confesionario" es el lugar donde se celebra la parte individual del sacramento de la Reconciliación.  Toma el nombre del aspecto más característico del mismo, la confesión de los pecados por parte del penitente al ministro de la Iglesia.Durante siglos esta sede penitencial era sencillamente un asiento abierto, a veces situado en la sacristía o en una capilla discreta de la iglesia.  Fue a partir de Trento, parece ser que por primera vez con san Carlos Borromeo, a fines del siglo XVI, cuando, para dar más solemnidad al sacramento, se empezaron a idear los confesonarios tal como nosotros los hemos conocido, a modo de habitáculo o garita con abertura delante y con rejas a los lados.Ahora se les llama "sedes penitenciales", o sea, una sede presidencial y a la vez penitencial, para que pueda tener lugar con tono celebrativo el encuentro eclesial de este sacramento.  También se estudia la renovación y adaptación de sus formas como mueble.  El episcopado español, en su instrucción "Dejaos reconciliar con Dios" de 1989, indicaba que "ha de evitarse que las sedes para el sacramento de la penitencia o confesionarios estén ubicados en los lugares más oscuros y tenebrosos de las iglesias como en ocasiones sucede.  La misma estructura del mueble confesionario, tal y como es en la mayoría de los casos, presta un mal servicio a la penitencia, que es lugar de encuentro con Dios, tribunal de misericordia y fiesta de reconciliación" (n. 79).  Y en otro documento anterior de 1978, en donde el mismo episcopado daba orientaciones sobre este sacramento, pensando seguramente en el nuevo gesto sacramental de la imposición de manos, pedía que las sedes de los ministros tengan una forma que sea apta para el desarrollo del rito íntegro.

 ESPIRITU SANTO: Es la persona divina que Dios nos da para que vivamos como Jesús.

EVANGELIO: Esta palabra de origen griego significa: "buena noticia". La Buena Noticia es el mismo Jesús, que vive con nosotros. Se llaman "Evangelios" los cuatro primeros libros del Nuevo Testamento, que nos transmiten la Buena Noticia.

EUCARISTÍA: Es una palabra que viene del griego y significa "agradecimiento, acción de gracias". Con este nombre se conoce también a la misa.

HACED ESTO EN CONMEMORACIÓN MÍA: Significa que los discípulos deben repetir en memoria de Jesús lo que Él hizo y dijo en la Última Cena.

HOSTIA: La palabra hostia significa "víctima ofrecida".  La hostia consagrada es Jesucristo que se ofreció para dar la vida a todas las personas

.IGLESIA: En griego, esta palabra significa "asamblea". "Iglesia" escrita con "I" mayúscula, significa la comunidad total de los cristianos en todo el mundo.

MISA: A la reunión eucarística:  actualmente se le conoce con el nombre de Misa, porque en latín, la frase con que se anunciaba que la celebración ya había terminado era: Ite, missa est.

MISERICORDIA:Viene de dos palabras latinas que significan "miseria" y "corazón". Dios tiene misericordia por nosotros porque abre su corazón a todas nuestras miserias. También significa "Amor más allá de lo justo".

OMISIÓN: Dejar de haber hecho algo bueno que yo hubiese podido haber hecho

.PASIÓN: Los sufrimientos que padeció Jesús antes de morir en la Cruz.


 PONCIO PILATOS: Es el nombre del gobernador romano que mandó crucificar a Jesús.


RECONOCERSE PECADORES: Reconocer que nos hemos alejado de Dios, que es amor.

SACRAMENTO DE NUESTRA FE: Es el signo sagrado de nuestra fe.


PEQUEÑO DICCIONARIO LITURGICO


Abstinencia: (del latín abstinentia, acción de privarse o abstenerse de algo) Gesto penitencial. Actualmente se pide que los fieles con uso de razón y que no tengan algún impedimento  se abstengan de comer carne, realicen algún tipo de privación voluntaria o hagan una obra caritativa los días viernes, que son llamados días penitenciales.
Sólo el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo son días de ayuno y abstinencia.

Anunciación del Señor: Solemnidad que se celebra el 25 de marzo, nueve meses antes del día de Navidad. Se recuerda el anuncio del ángel a María y la Encarnación del Verbo de Dios. Es una fiesta de carácter cristológico y, al mismo tiempo, mariano.

Ascensión del Señor: Solemnidad litúrgica que se celebra cuarenta días después de Pascua (en día jueves) o, como en Argentina, el domingo siguiente (el séptimo domingo de Pascua). Recuerda el misterio de Cristo resucitado que sube al Padre en cuerpo y alma.

Ayuno: (del latín ieiunium, ayuno, abstinencia) Privación voluntaria de comida por motivos religiosos. Es una forma de vigilia, un signo que ayuda a tomar conciencia (ej.: el ayuno del Miércoles de Ceniza recuerda el inicio del tiempo penitencial) o que prepara (ej.: el ayuno eucarístico predispone a la recepción que en breve se hará del Cuerpo de Cristo). La Iglesia lo prescribe por el espacio de un día para el Miércoles de Ceniza, con carácter penitencial, y para el Viernes Santo, extensivo al Sábado Santo, con carácter pascual; y por una hora para quienes van a comulgar.


Candelaria: Nombre que popularmente se da a la fiesta de la Presentación del Señor, que tiene lugar el 2 de febrero (40 días después de Navidad). La Misa de ese día comienza con una procesión con velas (de ahí su nombre) en recuerdo del ingreso del niño Jesús en el Templo.

Ceniza: (del latín cinis, ceniza) Material proveniente de la combustión de algo por el fuego. Simboliza la muerte, la fragilidad de la vida y también la humildad y la penitencia. Las que se imponen el Miércoles de Ceniza se preparan quemando palmas y olivos benditos el Domingo de Ramos del año anterior.

Corpus Christi: (en latín: Cuerpo de Cristo) Nombre común con el que se conoce la solemnidad litúrgica del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo. Establecida en 1264 por Urbano IV para celebrar la presencia real y, al mismo tiempo, sacramental de Cristo en la Eucaristía. Es común en este día que se realicen procesiones llevando por las calles el Santísimo Sacramento. En algunos países, como Argentina, se celebra el domingo siguiente a la solemnidad de la Santísima Trinidad.

Cuaresma: (del latín quadragesima, cuadragésima) Tiempo litúrgico penitencial durante el cual la Iglesia se prepara para la celebración gozosa de la Pascua.
El Tiempo de Cuaresma va desde el Miércoles de Ceniza hasta  la Misa de la Cena del Señor, el Jueves Santo, exclusive. Durante este tiempo no se dice el Aleluya. Queda prohibido, como signo penitencial, adornar con flores el altar, y los instrumentos musicales se permiten sólo para sostener el canto (de estas normas se exceptúan el domingo laetare, las solemnidades y las fiestas). El color litúrgico propio es el morado.

Cincuentena Pascual: Período de tiempo que media entre el Domingo de Pascua y el de Pentecostés. Tiene un carácter tan festivo que debería celebrarse como si fuera un solo día, un gran domingo. El cirio pascual permanece durante toda la Cincuentena en el presbiterio. La primera semana de este tiempo es la Octava de Pascua.  El color litúrgico propio es el blanco. También se la llama Tiempo pascual.

Domingo de la Pasión del Señor: Sexto y último domingo de Cuaresma. Ese día comienza la Semana Santa. También se lo llama Domingo de Ramos, o Domingo de Ramos en la Pasión del Señor.

Jueves Santo: Último día de Cuaresma. En la mañana de este día el obispo, rodeado de su presbiterio, celebra la Misa crismal en donde consagra los santos óleos y en la que el presbiterio renuevan sus promesas sacerdotales. Por la tarde se abre el solemne Triduo Pascual con la Misa de la Cena del Señor donde suele realizarse el lavatorio de los pies; en esta celebración se consagra el pan necesario para la comunión del Viernes de la Pasión del Señor, ya que ese día no se celebrará el sacrificio eucarístico. Luego de la comunión se traslada el Santísimo Sacramento hasta el lugar donde se reserva y es adorado por los fieles hasta la media noche. En este día se conmemora la última cena en la que Cristo, dando muestra de su actitud de humilde servicio, lavó los pies a sus discípulos. En las palabras sobre el pan (“Esto es mi cuerpo entregado”) y el vino (“Este es el cáliz de mi sangre derramada”) la tradición católica ha visto la institución de la Eucaristía y del Orden Sagrado y en el lavatorio de los pies, el signo más claro del mandamiento del amor.

Miércoles de Ceniza: Miércoles anterior al primer domingo de Cuaresma. Este día, con la imposición de las cenizas, comienzan las prácticas penitenciales del tiempo que prepara a la Pascua.

Nacimiento de san Juan Bautista: Solemnidad litúrgica que se celebra el 24 de junio.

Presentación del Señor: Fiesta litúrgica que se celebra el 2 de febrero, cuarenta días después de Navidad, en conmemoración de la presentación del niño Jesús en el Templo de Jerusalén. Esta fiesta es también conocida como la Candelaria, ya que en ese día se suelen bendecir velas que simbolizan a Cristo, la luz del mundo.

Pascua: (del griego páscha; del hebreo pesaj, paso, tránsito) Tercer día del Triduo Pascual. Solemnidad central del calendario litúrgico que gira en torno a ella. Es la más importante de todas las solemnidades cristianas ya que celebra la Resurrección de Cristo, prefigurada en la Pascua judía (liberación de la dominación egipcia, paso del Mar Rojo). La fiesta de Pascua se prolonga durante una octava solemne y luego durante seis semanas (Cincuentena Pascual) hasta la fiesta de Pentecostés. Hay testimonios de que al menos a mediados del siglo II los cristianos ya celebraban anualmente la fiesta de Pascua. En Asia menor y oriente lo hacían el día 14 de nisán (de acuerdo con el calendario judío); pero en Roma y occidente se prefirió el domingo siguiente a esa fecha (como recuerdo del primer día de la semana en el que los discípulos del Señor tuvieron su experiencia pascual). En el Concilio de Nicea (año 325) se estableció para toda la Iglesia que la Pascua se celebrase el domingo siguiente al plenilunio, después del equinoccio de primavera (del hemisferio norte). Así se hizo hasta el siglo XVI, cuando los orientales, al rechazar el calendario gregoriano, comenzaron a diferir de los occidentales en el día festivo.

Pentecostés: (del griego pentekostós, quincuagésimo) Solemnidad litúrgica que se celebra cincuenta días después de Pascua recordando la venida del Espíritu Santo sobre María y los apóstoles (Hech 2, 1 y ss). En este día la Cincuentena Pascual llega a su plenitud y finaliza.
Los judíos llamaban Pentecostés o fiesta de las semanas a la fiesta de la cosecha agrícola que recordaba también la alianza del Sinaí. En este día se canta la secuencia Veni, sante Spiritus. El color litúrgico propio es el rojo.

Procesión: (del latín processus, progresión, acción de avanzar) Caminar comunitario de unas personas detrás de otras con sentido religioso. En la liturgia romana de la Misa hay varias procesiones: la procesión de entrada, cuando se dirige al presbiterio el  presidente precedido de los ministros, mientras se entona la antífona o canto de entrada; la procesión del Evangelio, cuando se dirige al ambón quien va a proclamar el Evangelio (a veces acompañado de ministros con cirios e incienso); la procesión de presentación de los dones, cuando se acercan al altar el pan y el vino que serán consagrados; y la más importante, la procesión de la comunión, cuando la comunidad se acerca a recibir el Cuerpo y la Sangre de Cristo.
Durante el año litúrgico están señaladas procesiones especiales para la fiesta de la Presentación del Señor, siguiendo a Cristo Luz del mundo; para el Domingo de Pasión, recordando la entrada de Jesús en Jerusalén; el Jueves Santo, acompañando al Santísimo Sacramento hasta el lugar de la reserva; el Viernes Santo, para la adoración de la cruz; en la Vigilia Pascual, detrás del cirio encendido; el día del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo (Corpus Christi). También en la celebración del Bautismo y en las Exequias se prevén procesiones dentro del templo. Además suelen hacerse procesiones fuera del templo llevando el Santísimo Sacramento bajo palio o las imágenes de la Virgen María o de los santos en sus fiestas.

Santísima Trinidad: SSolemnidad litúrgica que se celebra el domingo después de Pentecostés.

Sábado Santo: Segundo día del Triduo Pascual en el que se recuerda a Jesús en el sepulcro. Es un día alitúrgico ya que no se permite celebrar la Eucaristía, ni ninguna otra acción litúrgica, salvo el rezo de la Liturgia de las Horas, hasta la celebración de la Vigilia Pascual. Y la Sagrada Comunión sólo puede llevarse como viático.

Semana Santa: Última semana del tiempo de Cuaresma, la que prepara inmediatamente y comprende al Triduo Pascual. Comienza el domingo de la Pasión del Señor, o de Ramos, y llega hasta el Sábado Santo.

Triduo Pascual: Celebración anual de la Pascua, comprende el Viernes Santo, Sábado Santo y Domingo de Pascua, siendo la Misa vespertina del Jueves Santo su prólogo o introducción. El Triduo Pascual de la pasión, sepultura y resurrección del Señor es el punto culminante de todo el año litúrgico. Estos tres días se celebran como si fueran uno solo: ni el viernes, ni el sábado se celebra la Eucaristía (son días alitúrgicos) y su cumbre es la Vigilia Pascual.

Tiempo Ordinario: Período de las 33 o 34 semanas en el curso del año en las cuales se celebra el misterio de Cristo en su plenitud, principalmente los domingos. Es el tiempo de la Iglesia que espera el regreso de su Señor haciendo presente su misterio de salvación. Comienza con la fiesta del Bautismo del Señor y se prolonga hasta el Domingo 34º (fiesta de Jesucristo, Rey del Universo) con la semana que le sigue. Es interrumpido, el Miércoles de Ceniza, para la celebración anual de la Pascua y retomado el lunes después de Pentecostés. El color litúrgico propio de este tiempo es el verde. También se llama tiempo durante el año.

Vela: (en latín: candela) Candela para uso litúrgico, elaborada con cera de abeja. Cuando se desarrolla una acción litúrgica se encienden velas sobre o en torno del altar. Antiguamente tenían una función práctica: iluminar; hoy sólo sirven para simbolizar a Cristo-Luz del mundo (particularmente cumple esta función el cirio pascual) y significar la fe y la oración de los fieles en presencia del Señor. La piedad popular encuentra en la vela encendida que permanece en el templo, delante del altar, de una imagen de la Virgen María o de algún santo, una continuación simbólica del creyente; ya que el fiel no puede permanecer en oración porque otras ocupaciones lo reclaman, deja una vela encendida que lo representa.

Vía crucis: (en latín: El camino de la cruz) Ejercicio piadoso que consiste en meditar el camino de la cruz por medio de lecturas bíblicas y  oraciones. Esta meditación se divide en 14 o 15 momentos o estaciones. San Leopoldo de Porto Mauricio dio origen a esta devoción en el siglo XIV en el Coliseo de Roma, pensando en los cristianos que se veían imposibilitados de peregrinar a Tierra Santa para visitar los santos lugares de la pasión y muerte de Jesucristo. Tiene un carácter penitencial y suele rezarse los días viernes, sobre todo en Cuaresma. En muchos templos están expuestos cuadros o bajorrelieves con ilustraciones que ayudan a los fieles a realizar este ejercicio.

Vía lucis: (en latín: El camino de la luz) Ejercicio piadoso realizado para meditar y celebrar las apariciones del Señor resucitado, especialmente durante la Cincuentena Pascual. Se lo divide en estaciones al modo del Vía crucis.

Viernes Santo: Primer día del Triduo Pascual consagrado a la proclamación de la  Pasión del Señor y a la adoración de la cruz, en la cual se ofreció definitivamente Cristo para liberar a los hombres de la esclavitud del pecado. Es un día alitúrgico ya que no se celebra la Eucaristía ni ningún otro sacramento, salvo por razones gravísimas. La liturgia de ese día es una celebración de la Palabra seguida de la plegaria universal, la adoración de la cruz y la comunión. El ayuno de este día no tiene sentido penitencial sino de preparación para la celebración de la solemnidad de Pascua de Resurrección.